Instrucciones para el perfeccionamiento del discernimiento espiritual…
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo. Relato contenido en Lucas 10:25—37
La parábola del Buen Samaritano, como se le conoce en todos los círculos eclesiásticos, es la parábola que presenta a un viajante samaritano que en el camino de Jerusalén a Jericó, más cerca de Jericó que de Jerusalén, se encuentra con un hombre moribundo a quien los ladrones del camino habían asaltado para robarle todas sus pertenencias.
La parábola fue introducida por Jesús a raíz de la pregunta que un doctor de la Ley le planteó en torno a cómo se define quién es el prójimo de cada quien: Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?(10:29). El tema es uno bien álgido entre los maestros de la Ley, pues como se presenta en la parábola misma por la presencia en el relato del sacerdote y el Levita, de la definición dependía las responsabilidades de cada quien ante la Ley. El sacerdote, por ejemplo, vería en el moribundo un elemento de contaminación, y por lo tanto, su abandono sin siquiera detenerse para certificar que efectivamente estaba muerto, estaría hasta cierto punto validado por la Ley,
Y JEHOVA dijo a Moisés: Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles que no se contaminen por un muerto en sus pueblos… 4No se contaminará, porque es príncipe en sus pueblos, haciéndose inmundo. Levítico 21:1—4
El Levita, de igual forma, acercarse al moribundo podría significarle un retraso en su servicio en el Templo, incluso convertirse él mismo en fuente de contaminación,
11El que tocare muerto de cualquiera persona humana, siete días será inmundo: 12Este se purificará al tercer día con aquesta agua, y al séptimo día será limpio; y si al tercer día no se purificare, no será limpio al séptimo día. 13Cualquiera que tocare en muerto, en persona de hombre que estuviere muerto, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó; y aquella persona será cortada de Israel: por cuanto el agua de la separación no fue rociada sobre él, inmundo será; y su inmundicia será sobre él. Números 19:11—13
Así, pues, la definición es determinante; definir quién es el “prójimo” es cuestión de “Vida Eterna”. Es evidente que el doctor de la Ley cuestiona a Jesús para “evaluar” cuánto de su doctrina está fuera de la Ley, y cuánto de su interpretación ofende a la Ley; el propósito es hacerlo “caer” en un fallo de interpretación doctrinal con respecto a la Ley de Moisés.
En realidad, la parábola forma parte de un dialogo—enseñanza desarrollado entre Jesús y el doctor de la Ley; el dialogo se inició cuando el doctor pregunta a Jesús acerca de cómo obtener la Vida Eterna: ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? (10:25).
En el Evangelio, la Vida Eterna consiste en “creer” en el Hijo de Dios como el que el Padre ha enviado para que el mundo sea salvo por Él,
17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios…. 36El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Juan 3:17—36
¿Por qué el doctor de la Ley pregunta acerca de la Vida Eterna? No es el único que pregunta sobre cómo se obtiene la Vida Eterna. En otro relato aparece Jesús con un joven rico tratando el mismo tema,
Y saliendo él para ir su camino, vino uno corriendo, é hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna? Marcos 10:17
En ambos casos Jesús los remite a la Ley, ¿Por qué? La respuesta es sencilla; Jesús no está interesado en validar en ellos el concepto escatológico de Vida Eterna, Jesús está interesado en establecer que en el camino del aprendizaje para amar, entender y conocer a Dios, el requisito es, antes que nada, aprender a cómo tratar y relacionarse con el prójimo. Las palabras del apóstol Juan nos ayudan a entender mejor esta propuesta,
Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 1ra. Juan 4:20
Así que, en ambos casos, cada quien es confrontado por la instrucción de la Ley sobre cuánto valor tiene para cada quien la vida de los que les rodean. En el caso del joven rico, la instrucción de Jesús de, ve, vende todo lo que tienes, y da a los pobres,[1] resulta ser la prueba del valor que para el joven le merecen los más necesitados de su ciudad.
En el caso del doctor de la Ley, cuando se llega al final de la parábola, Jesús le pregunta en términos que no le dio oportunidad a pensar su respuesta. Si el moribundo encontrado en el camino a Jericó era el protagonista de la parábola, hubiera sido más pertinente preguntar, ¿Para quién de los tres fue el moribundo su prójimo? Sin embargo Jesús plantea la pregunta en el sentido contrario: ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél que cayó en manos de los ladrones?
La respuesta del mismo doctor de la Ley establece el protocolo de acción en cuanto a cómo tratar a las personas. El Ve, y haz tú lo mismo, sacó a la luz que el doctor de la Ley había vivido haciendo acepción de personas, y para colmo, así lo enseñaba cuando instruía acerca de la Ley de Moisés.
La respuesta de Jesús, parafraseada, se podría plantear de la siguiente forma:
Ve, y haz tú lo mismo, y no actúes como el sacerdote que para él el prójimo significa contaminación; Ve, y haz tú lo mismo, y no actúes como el Levita que para él el prójimo significa retraso en su trabajo; Ve, y haz tú lo mismo, y actúa como el samaritano que para él el prójimo es todo aquel que necesita de su tiempo y de su dinero, sin escatimar esfuerzo alguno.
Volviendo de nuevo a la pregunta original del doctor de la Ley: ¿Haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? Ahora tenemos una respuesta más precisa: La Vida Eterna se obtiene haciendo misericordia a tu prójimo.
No obstante, la parábola también trata en forma indirecta el tema de la fe. En la pregunta primera que Jesús le plantea al doctor de la Ley se descubre que Jesús busca que él descubra por sí mismo cuánta capacidad tiene él de seguir la instrucción de la Ley, su capacidad de seguir la instrucción de la Ley es el tamaño de su fe. La fe es definida en este dialogo—enseñanza como la capacidad de cada quien de “seguir” instrucción por la Palabra, y saberla establecer en Verdad. Y aquí toman vigor otras instrucciones de la Palabra que hemos leído en varias otras ocasiones,
Luego la fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios. Romanos 10:17
El “oír” por supuesto no para ser informado, sino para hacer, según Santiago ha establecido en su epístola: no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra. Sobre esto mismo habla también el escritor de la epístola a los Hebreos,
Porque también a nosotros se nos ha evangelizado como a ellos; mas no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe. Hebreos 4:2
Lo cual significa que ellos “oyeron”, pero no hicieron conforme a lo que les fue declarado. La parábola de los talentos destaca también que la fe consiste en la “capacidad” de cada cual de hacer tal y como se les encomendó que hicieran,
14Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. 15Y á éste dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y luego se partió lejos. Mateo 25:14—15
Así, pues, la enseñanza que esta parábola nos deja en cuanto a la fe, que la fe no es tanto la capacidad de convencimiento que tenemos sobre la posibilidad o realización de algo, sino más, la capacidad de seguir instrucciones, y establecerlas en Verdad. Verdad significa la integridad de los hechos de la persona, la Verdad no permite la interpretación de los hechos; el doctor de la Ley pretende “acomodar” el concepto de “prójimo” para así tener la libertad de seguirse moviendo en la acepción de personas.
El sacerdote de la parábola, juntamente con el Levita, ambos actuaron según las normas de sus respectivos ministerios, sin embargo ninguno actuaba en Verdad, porque cuando tuvieron de frente a uno que había sido “hecho” conforme a la imagen y semejanza del Dios al cual ellos servían en el Templo, no tuvieron la misma misericordia con la cual ellos fueron sacados de la esclavitud de Egipto, y prefirieron que el moribundo terminara de morir sin la asistencia que él requería por su condición.
Actuar con Verdad es manifestar al prójimo lo que le declaramos a Dios, es hacer las cosas viendo a Dios en los más cercanos; Verdad es renunciar al egoísmo, a la arrogancia y al disgusto de sentirnos maltratados por los demás. Verdad es bendecir sin esperar nada a cambio.
¡Para la edificación de los Santos!
Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera Antigua, 1909 (RVA)
Pastor Pedro Montoya
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[1] Marcos 10:21