Primera de dos partes sobre el menosprecio a la primogenitura por parte de Esaú
31Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. 32Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? 33Y dijo Jacob: Júrame lo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. 34Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y levantóse, y fuése. Así menospreció Esaú la primogenitura. Génesis 25:31-34
La escena del menosprecio de Esaú por su primogenitura es un caso sensitivo, muy delicado a la hora de establecer interpretación sobre su hecho, pues una apreciación incorrecta de su intención y acto nos puede conducir a construir una plataforma espiritual de ejecución distorsionada, y peligrosa, si queremos elaborar catedra sobre ella.
¿Quién no ha leído acerca de este hecho anteriormente? Esta es una historia hasta cierto punto clásica dentro del ámbito cristiano, y en muchos de los casos, incluso, una historia “moraleja” propuesta desde los pulpitos para advertirnos sobre el cuidado que debemos tener acerca de nuestra salvación.
Sin embargo, me parece que no hemos hecho justicia a este hecho, y aunque no pretendemos cambiar el curso de la historia ni la interpretación sobre ella, el hecho de entrar con un “prejuicio” al análisis del relato nos constituye en constructores de injusticia, y nos separa de la sabiduría de enseñanza que los relatos contienen, para hacerle conocer al lector de la existencia de un Dios soberano, justo y perfecto, que escoge —y desecha— a las personas en función de la sabiduría con la que ejecutan sus acciones,
Ve a la hormiga, oh perezoso Mira sus caminos, y sé sabio; Proverbios 6:6
Atended el consejo, y sed sabios, Y no lo menospreciéis. Proverbios 8:33
Este mismo hecho llevó al profeta a establecer como principio de justicia y sabiduría que Dios había amado a Jacob, y desechado a Esaú,
2Yo os he amado, dice Jehová: y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob, dice Jehová, y amé á Jacob, 3Y á Esaú aborrecí, y torné sus montes en asolamiento, y su posesión para los chacales del desierto? Malaquías 1:2-3
El relato de la escena del menosprecio de Esaú a su primogenitura no es propuesto para hacernos inclinar a uno y desprestigiar al otro, no es ese el propósito; el relato es propuesto para hacer entender al lector, precisamente, cómo una actitud prejuiciada y caprichosa puede conducirnos eventualmente a decir cosas tan solo por salir del paso, sin tener una conciencia real de lo que acabamos de decir.
¿Cuánta hambre pudo haber tenido Esaú que no pudo esperar a prepararse él mismo su comida? ¿Estaba realmente Esaú extremadamente cansado como para entregar a cambio su primogenitura?
El relato presenta una idea falsa —el lector se forja una idea falsa, mas bien— acerca de por qué Esaú se antojó de comer del potaje que Jacob había preparado; la idea que el lector se forja es que Esaú tenía tanto desfallecimiento por causa del hambre que sufría, que pesó más en ese momento su deseo de subsistir que el valor por la primogenitura.
Esta idea “falsa” surge porque en el dialogo se presentan juntas las expresiones de que Esaú volvió del campo “cansado”, con la reflexión suya de que para qué le serviría la primogenitura si al fin de cuentas iba a morir; a razón de ello, el lector piensa que la necesidad de Esaú por comer era tanta que sintió que moriría si no comía algo pronto; lo cual no es lo que realmente se describe en el dialogo.
El escritor tiene mucho cuidado al presentar esta parte de la historia, y si notamos con cuidado, nos daremos cuenta que aunque el escritor concluye el relato diciendo que así menospreció Esaú la primogenitura, esta historia es presentada como una continuidad al relato del nacimiento de ambos; lo cual, para efectos de interpretación, la escena del acto de menosprecio de Esaú a su primogenitura es en realidad una consecuencia de la “rivalidad” que hubo entre ambos aun desde que estuvieron en el vientre de su madre.
Por la forma de como el escritor presenta esta parte de la historia de los dos hermanos, Jacob y Esaú, hijos gemelos de Isaac y Rebeca, la renuncia a su primogenitura por parte de Esaú no aparece como un desprecio total de ella, ni que él no creyera en realidad que no le serviría para nada; la escena de la renuncia a ella es presentada como un argumento mas, de los muchos, que ambos utilizaban para sacar ventaja el uno del otro; en este caso, para mostrar la intención en Esaú de engañar y sacar ventaja de su hermano Jacob.
Ambos reconocieron desde niños el valor de la primogenitura, no tanto por la herencia material que eso conllevaba, sino mas por el carácter de Revelación que ambos padres portaban y que en algún momento habían transferido a sus hijos, junto a la presencia de Abraham cuando aún vivo entre ellos.
Ambos portaban el conocimiento de que eran nietos de Abraham y que por ellos Dios haría proezas entre las naciones. Abraham tenía cien años cuando Isaac nació,[1] Isaac tenía sesenta años cuando ambos niños nacieron,[2] Abraham murió a la edad de ciento setenta y cinco años,[3] lo que significa que Jacob y Esaú tenían quince años cuando Abraham falleció. Ambos conocieron de primera mano la obra de Dios entre ellos, y conocían perfectamente lo que Dios se había propuesto hacer con ellos.
Esaú era el favorito de su padre: Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza;[4] así que Esaú tenía un voto mayor de confianza ante su padre más que Jacob, ¿necesitaba Esaú de una primogenitura teniendo a su padre de su lado?
Esaú tuvo un antojo por comer del potaje que Jacob preparaba, eso fue todo, un antojo de Esaú; lo que Esaú no esperaba fue la forma cómo Jacob le contestó. Esaú entró en un juego peligroso, no midió el peso de las palabras, y continuó con su antojo de querer sacar ventaja de su hermano, y aunque interpuso juramento, nunca creyó que Jacob fuera capaz de tomarla.
La evidencia de ello es la forma de cómo Esaú reacciona luego de enterarse que Isaac había bendecido a Jacob en calidad de primogénito,
Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró. Génesis 27:38
El relato nos lo confirma. Observemos en detalle la escena. En primer lugar, veamos la reflexión que Esaú elabora ante la petición de Jacob: Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? En principio. Esaú no está diciendo, he aquí yo me estoy muriendo, Esaú está admitiendo que en algún momento me voy a morir, lo cual muestra el origen del menosprecio de su primogenitura.
La reflexión de Esaú es elaborada incluyendo a su hermano Jacob: Esaú también está pensando, si para mí no tiene mayor significado, qué valor tendrá para éste.
¿Menospreció realmente Esaú su primogenitura, o fue a Jacob a quien menospreció?
El origen del menosprecio de su primogenitura estuvo basado en el menosprecio por su hermano. Esta historia no puede ser vista aisladamente, es necesario entender que esta historia formó parte de una serie de incidentes de rivalidad entre ellos, cada uno queriendo sacar ventaja del otro, pero en Esaú se fundamentó en el menosprecio por su hermano.
Por eso, la escena del reencuentro de ambos, veinte años después de Jacob haber partido luego de recibir la bendición de su padre, es una escena reconciliadora entre ambos, principalmente de restauración para Esaú, pues por primera vez en la vida de ambos, Esaú no quiso sacar ventaja de su hermano,
Y dijo Esaú: harto tengo yo, hermano mío, sea para ti lo que es tuyo. Génesis 33:9
El menosprecio a la obra y a los propósitos de Dios, el menosprecio a la Revelación, el menosprecio a ser protagonista de las operaciones espirituales de toma de territorio, de las ejecuciones divinas, no comienza con un menosprecio directo a ellas, comienza con el menosprecio a la gente que Dios nos envió para notificarnos de la existencia de ellas.
El menosprecio a Dios y su obra comienza cuando menospreciamos a los que tenemos cerca, particularmente a aquellos que parecen que no nos pueden aportar nada ¿Como podemos amar la obra de Dios, y aborrecer la imagen y semejanza de Dios, a la misma vez? Con justa razón leemos en los escritos del apóstol Juan,
Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 1 Juan 4:20
De las intenciones más impías del hombre, el menosprecio hacia una persona es de las más graves. El apóstol Juan la clasifica en el mismo rango de un homicidio,
Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciente en sí. 1 Juan 3:15
Aborrecer a otra persona despierta en quien aborrece la intención de desprestigiar, e incluso, insultar, a quien se aborrece. Jesús presentó en su doctrina que este tipo de pasionismo puede conducir a una persona al infierno mismo,
Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere á su hermano, Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego. Mateo 5:22
Todos somos Esaú en potencia. Somos Esaú cuando menospreciamos a la persona por causa de su nacionalidad, cuando menospreciamos a aquel que no tiene estudios, a aquel que solo nos busca para pedir; somos Esaú cuando no vemos el propósito en Dios en aquel que insiste en ayudarnos, en corregirnos, en guiarnos e instruirnos; somos Esaú cuando no vemos la necesidad de tener a alguien cerca. Somos Esaú solo cuando recurrimos a alguien como recurso y no como guía.
Muchos pastores han renunciado al acceso a la Revelación por causa del menosprecio que han tenido de recibir enseñanza de parte de otros…
Esaú corrigió su actitud… ¿Lo podremos hacer nosotros?
Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera Antigua, 1909 (RVA)
Pastor Pedro Montoya
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[1] Génesis 21:5
[2] Idem 25:26
[3] Idem 25:7
[4] Ídem 25:28