En cuanto al orden natural de desarrollo de la fe, su nacimiento, crecimiento y fortalecimiento, es importante tener claro que la fe no es resultado de los procesos normales del pensamiento del ser humano; no tiene fe quien admite que la tiene tan solo porque su proceso de pensamiento lo llevó a la conclusión de que tiene fe.  La fe es un don de Dios y es de naturaleza espiritual, y le es dado al hombre como una llave para que éste pueda acercarse a Dios, para que crea en Él y recupere los beneficios de la esencia de la imagen y semejanza de Dios con la cual fue formado.

La fe es ‘creer’ en la Esencia de Dios, pero no tiene nada que ver con el ‘creer’ racional por el cual el hombre ‘acepta’ la existencia del conocimiento de algo;

La fe cree en una realidad aunque el conocimiento de esa realidad sea un absurdo según las leyes de la razón, o sencillamente no exista precedente que atestigüe sobre su beneficio.

De igual manera, la fe tampoco se puede evaluar en función de la forma de sentir, en principio, porque la fe es absoluta en cuanto a lo que creemos, los sentimientos permiten variación y pueden corromperse bajo estados de opresión; en términos generales, la fe no despierta ningún tipo de sentimiento o sensación en la persona cuando actúa por ella, en ocasiones incluso, quien vive por fe no es consciente de las veces cuando actuó por ella, de no ser por las evidencias en los resultados nunca se daría cuenta de la activación de su fe.

Así, en cuanto al nacimiento, desarrollo y fortalecimiento de la fe, nada tienen que ver los procesos normales del pensamiento o de sentimiento de la persona; una fe donde intervengan activamente los pensamientos, la fe se constituye en pensamiento positivo, pero no es fe; de igual manera, una fe donde intervengan activamente los sentimientos, la fe se constituye en reflexología, o algo similar, pero no es fe;

La fe es de carácter espiritual y se desarrolla a partir de la disposición de actuar conforme a las enseñanzas del Evangelio.

Lo anterior no quiere decir que los procesos de pensamiento y de sentimiento están ajenos al crecimiento y fortalecimiento de la fe, no es nuestro propósito de enseñanza establecer tal proposición; si los pensamientos y los sentimiento no se sujetan para que caminen en acuerdo con las enseñanzas del Evangelio, los procesos de pensamiento y de sentimiento pueden estorbar el crecimiento de la fe, incluso distorsionarla, y aun, ahogarla.

La fe exige que la persona que quiere caminar por ella entienda que es necesario ‘transformar’ la forma de pensar y de sentir, y acomodar los procesos normales de pensamiento y de sentimiento a la enseñanza doctrinal del Evangelio, de lo contrario, la fe no crece ni se desarrolla. El problema de fondo, en cuanto a la fe, no es que la gente no pueda tener fe, o que no sea una virtud para nuestro tiempo; el problema de fondo es que la gente quiere ‘sujetar’ la fe a su propia forma de pensar o de sentir, y eso no va con la fe. La fe tiene que ser establecida sobre el fundamento de la enseñanza doctrinal del Evangelio, eso requiere que la persona que quiere caminar por ella permita que el Evangelio le ‘enseñe’ a cómo tener fe.

Aunque de carácter espiritual, la fe es una virtud enseñable, pero no de la misma forma como se enseña todo conocimiento académico; la fe es enseñable porque Dios mismo se revela progresivamente al corazón del hombre y de la mujer de fe, y les enseña sobre sus misterios; el hombre y la mujer aprenden a caminar en fe cuando buscan hacer la Voluntad de Dios.[1]

La fe no permite interpretación, prácticamente se invalida por ella;[2] la fe consiste y se valida por seguir las instrucciones que son establecidas en la Palabra por el Espíritu de Verdad; una enseñanza alterada solo provocará acciones rituales, y posiblemente un sentimiento de logros, pero no establece el poder espiritual para trascender al plano de lo sobrenatural.

La fe es la esencia de la vida en Cristo Jesús, y la vida en Cristo es Sabiduría de lo alto.

En su primera epístola a la comunidad de fe de Corinto, Pablo introduce el tema de que los santificados en Cristo Jesús tienen la ‘mente’ de Cristo;[3] en él el apóstol destaca que la fe no está fundada en sabiduría de hombres (ver. 2:5), sino en sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta; tal sabiduría, concluye el apóstol, Dios la predestinó desde antes de los siglos para nuestra gloria (ver. 2:7); según esta enseñanza del apóstol Pablo, la fe es Revelada por el Espíritu de Verdad (ver. 2:9-10).

La fe, según esta enseñanza, no puede ser entendida por nadie que no haya tomado antes  la decisión de querer ser enseñado; la fe es enseñable, pero requiere que quienes quieran caminar por ella estén dispuestos a someterse a los procesos de enseñanza. Es el Espíritu de Verdad quien determina los procesos, y lo hace sobre el fundamento de la Palabra doctrinal del Evangelio. En su enseñanza a la comunidad de fe de Corinto, el apóstol establecer que el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender (ver. 2:14); el hombre animal es el hombre carnal,[4] es decir, el hombre sujeto a sus propios pensamientos naturales.[5]

Así, entonces, la primera tarea que enfrenta el hombre y la mujer nacidos según la fe de Jesús, es entender que las estructuras de pensamiento y de sentimiento que arrastra como sedimento de su antigua forma de vida están viciados conforme al pecado, y que por lo tanto, para crecer y vivir por la fe de Jesús es necesario ‘renovar’ su forma de pensar y de sentir.

Sin una renovación genuina de las estructuras de pensamiento y de sentimiento, un creyente podrá razonar que Jesús es Dios manifestado en carne, pero difícilmente podrá trascender en la fe de la virtud de lo que tal declaración significa para la reconciliación con el Creador.[6]

La ‘mente’ de Cristo no son formulaciones religiosas, es la forma espiritual de juzgar y discernir las acciones dentro del Reino de los Cielos, es el conocimiento de Dios por el cual los santificados en Cristo Jesús pueden moverse en la Voluntad de Dios según las operaciones de Su Gracia.


pastor Pedro Montoya


[1]     Hebreos 11:6: Empero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

[2]     Marcos 7:9: Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.

[3]     1 Corintios 2:16: Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

[4]     1 Corintios 3:1: DE manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.

[5]     Efesios 2:3: Entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás.

[6]     Romanos 3:23: Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios;

Publicado por pastor Pedro Montoya

Life in Christ Jesus is the result of faith, of believing that Jesus of Nazareth is God incarnate and manifested as the Son of God, in order to, by His doctrine and example, reveal the way of reconciliation with the Creator whom He presented as the Father. Faith is a Revelation in itself, because no one can believe that God becomes man and maintains his status as God at the same time; faith is therefore the only way to find Jesus.

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