9 Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 Danos hoy nuestro pan cotidiano. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Mateo 6:9-13
El tema de la oración judía, o tefilá como se le conoce en el idioma hebreo (תְּפִלָּה, tefilá), más que un aspecto religioso de la espiritualidad hebrea es un tema que forma parte de la idiosincrasia de ser judío; el judío ora y cuando lo hace establece por sus oraciones el contenido de toda su historia; así que entre el judío, ‘enseñar’ a orar no solo es asunto de saber qué decir, sino ‘enseñar’ a entender la visión de un pueblo que tiene a su Dios tan cerca de él, como aparece citado en la instrucción de Moisés en el Deuteronomio:
Porque ¿qué gente grande hay que tenga los dioses cercanos a sí, como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?
Deuteronomio 4:7
Es un tanto complicado entenderlo para el occidental que está acostumbrado a ver en la oración tan solo un ‘recurso’ de auxilio ante momentos de turbación.
El caso de la enseñanza acerca del “Padre nuestro”, como se le conoce a la oración que Jesús recitó ante sus discípulos, no es una escuela sobre cómo orar, como en ocasiones se ha pretendido ver y proyectar, es más bien la corrección a modelos popularizados de formas de orar que predominaban entre el pueblo, que en lugar de establecer el conocimiento de la doctrina de un Dios cercano que contesta la oración de su pueblo, evocaban más bien modelos paganos idolátricos que establecían confusión e idolatría; debemos recordar para tal efecto la corrección que el profeta Elías introdujo en su tiempo donde predominó la apostasía por causa del culto jezabélico a Baal:
26 Y ellos tomaron el buey que les fue dado, y aprestáronlo, é invocaron en el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: Baal, respóndenos! Mas no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. 27 Y aconteció al medio día, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, que dios es: quizá está conversando, o tiene algún empeño, o va de camino; acaso duerme, y despertará. 28 Y ellos clamaban a grandes voces, y sajábanse con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. 29 Y como pasó el medio día, y ellos profetizaran hasta el tiempo del sacrificio del presente, y no había voz, ni quien respondiese ni escuchase;
1 de Reyes 18:26-29
En el relato que presenta Mateo se incluye el “Padre nuestro” como una extensión de la enseñanza proclamada en el monte de Capernahum,[1] sin embargo, el relato que presenta Lucas establece claramente que Jesús respondió a un pedido de los discípulos-apóstoles, y se especifica claramente que tomaron como base la instrucción que Juan el Bautista había entregado a sus propios discípulos en torno también a la forma de orar con Verdad,
Y ACONTECIO que estando él orando en un lugar, como acabó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
Lucas 11:1
En todo caso, el “Padre nuestro” no es la escuela sobre cómo orar, es decir, entendiéndose como qué decir, sino en principio, la corrección a modelos de formas de orar que giraban en torno a concepciones paganizadas.
El propósito en Jesús de introducir este modelo de oración fue con la intención de ‘desvirtuar’ los modelos popularizados de formas de orar que circulaban en el ambiente, lo notamos en el contexto del relato; obsérvelo:
Y cuando oras, no seas como los hipócritas; ; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres:
Vers. 5:
La primera corrección que Jesús les presenta en su modelo es con el fin de tirar por tierra el modelo introducido por los ‘hipócritas’[2]: ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres; la oración no es con el fin de presentar por ella un drama público, la oración es el acto de honestidad de la persona como fruto de la integridad que ha desarrollado delante de Dios; Jesús les recalcó: “no seas como los hipócritas”. La oración es la muestra de la comunión integra que la persona ha desarrollado delante de su Señor.
La segunda corrección que Jesús les presenta está dirigida a desarticular el modelo de oración implantada por los gentiles convertidos al judaísmo:
Y orando, no seáis prolijos, como los Gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos.
Vers. 7:
La oración no es efectiva por la cantidad de palabras, ni por lo locuaz de su redacción, la oración es el resultado de la convicción que la persona ha desarrollado de cuán cerca está Dios de él; Jesús les enfatizó: “No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.” (vers. 8)
La oración efectiva cumple con ciertas condiciones, la primera, destacada por Jesús como la más importante, debe hacerse en privado; Jesús recalcó: “Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público.” (vers. 6)
La segunda condición, en la misma línea de la anterior, la oración debe ser corta y precisa: “Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 Danos hoy nuestro pan cotidiano. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Lucas presenta en su narrativa el caso de un publicano que lo único que decía en su oración, era: “Dios, sé propició a mí pecador.”[3]
La tercera condición, extensión de la anterior, la oración debe RECONOCER que nos estamos dirigiendo al Dios Creador de todas las cosas, y como tal, debemos respetarlo como se respeta a un padre: Padre nuestro que estás en los cielos.
La oración debe ADMITIR que Dios es soberano, y que Él hace como Él quiere: Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Esta ‘admisión’ de la soberanía de Dios es el reconocimiento a su vez, de que Dios no es solamente recurso de solución de conflictos; en su soberanía Él actúa como Él decide hacer, esta visión doctrinal es idiosincrasia de ser judío conforme la enseñanza presentada en la Ley de Moisés, la encontramos en los escritos de Job,
Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
Job 2:10
Esta visión doctrinal es presentada también dentro de la proclamación apostólica de Pablo:
20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho tal? 21 ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza? 22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notoria su potencia, soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira preparados para muerte,?
Romanos 9:20-22
En la oración debemos HACERNOS RESPONSABLES acerca de nuestros actos personales: “Danos hoy nuestro pan cotidiano. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal:”
No se trata solo de pedir, pues Él ya conoce nuestras necesidades, se trata de presentarnos en un acto de humillación quitando del medio la arrogancia que hayamos adquirido como resultado de nuestros actos; en otra sección de su enseñanza, Jesús recalcó:
Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere a su hermano, Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego. Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti,Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.
Mateo 5:22-24
Concluyendo, el modelo de la oración que Jesús introdujo en sus enseñanzas a sus discípulos, no es una guía, no es un mandamiento, es sencillamente corrección a concepciones de religiosidad pagana que el hombre y la mujer de fe aceptan como válidos, mayormente por los resultados destacados por algunos mercaderes del Evangelio. Una actividad de oración sin la debida actitud de someterse al Señorío de Cristo es falsedad a la Verdad de que el hombre es justificado por la fe. El hombre y la mujer de fe deben orar, claro que sí, pero no destacando un ‘poder’ en la oración por encima del poder de la integridad de hacer conforme a la instrucción de la Palabra de Dios.
Jesús oraba, y el texto bíblico señala que entre más crecía su fama, mas Él se apartaba a lugares desiertos para orar,[4] pero su poder no consistió en el tiempo de oración que Él pasó sin entender que era parte de la comunión de que era enviado para hacer la Voluntad del Padre.
Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre.
Juan 8:29
Para finalizar, ¿Qué es la oración? Para responder adecuadamente, pensemos primero en lo siguiente: Si Dios sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis (Mateo 6:8), y además, si el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles, como el apóstol Pablo introdujo en su enseñanza: (Romanos 8:26), ¿hay necesidad de orar? ¿Para qué entonces la enseñanza sobre la oración?
La oración no es un recurso para ‘pedir’, tan solo, es la actitud de gratitud ante el Dios soberano por todas las grandezas que Él ha hecho con nosotros, y entre nosotros; no hay reglas para orar, solo gratitud, y nos postramos con agradecimiento de que nos tuvo por dignos de hacernos su pueblo, y de la bendición que tenemos de llamarlo, Padre.
Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera Antigua, 1909 (RVA)
Pastor Pedro Montoya
Twitter: @pastormontoya
[1] Mateo 6:9-13
[2] ‘Hipócritas’ aquí no es un calificativo despectivo, es el nombre con el que Jesús clasifica al grupo helenizado que actúan de la misma forma de un actor teatral. “Hipócrita” era el término para referirse a uno que hace una representación en un anfiteatro.
[3] Lucas 18:13
[4] Lucas 5:15-17: 15 Empero tanto más se extendía su fama: y se juntaban muchas gentes á oír y ser sanadas de sus enfermedades. 16 Mas él se apartaba a los desiertos, y oraba. 17 Y aconteció un día, que él estaba enseñando, y los Fariseos y doctores de la ley estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalem: y la virtud del Señor estaba allí para sanarlos.