Una adaptación didáctica basada en Lucas 19:10
Introducción
La Palabra de Dios no es solamente instrucción, sino también corrección. En la mayoría de los casos, es más corrección que instrucción para hacer algo. Cada uno de nosotros necesitamos aprender a caminar conforme a la voluntad del Señor, pues nadie ha nacido sabiendo cómo hacerlo. Por eso es fundamental la instrucción y corrección del Espíritu Santo de Dios.
Texto base: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10)
El Problema Central: ¿De Qué Nos Salva el Señor?
En muchos casos, incluso entre el pueblo de Dios, no sabemos realmente de qué nos salva el Señor. Casi generalmente hemos pensado en una salvación futura, escatológica, relacionada con habitar en los cielos. Aunque esto es cierto —las Escrituras establecen que habrá cielos nuevos y tierra nueva después del reinado milenial—, la salvación no es solamente una acción futura.
La salvación tiene que ver con el presente, con los 20, 30, 40, 50 o más años que vivimos sobre la faz de la Tierra.
El Evangelio: Más Que Religión
El Evangelio no es religión. El mensaje del Evangelio son buenas nuevas que nos enseñan a vivir de forma completamente diferente. No se trata solamente de modelar conducta, sino de:
- Una transformación total
- Una transformación radical
- Una transformación espiritual
- Una transformación genética
Jesús enseñó a Sus discípulos: «Hágase, Señor, en la tierra, Tu voluntad como se hace en el cielo, venga Tu reino a nosotros». El reino no está arriba en los cielos, está abajo en la tierra, porque Jesús estableció: «El reino de los cielos entre vosotros está».
La vida en Cristo Jesús no es solamente saber moderar el carácter, la conducta o la personalidad. Se trata de una transformación que alcanza desde el espíritu hasta toda la carne, hasta lo genético mismo de nuestro ser.
El Mensaje Desde el Principio
Este mensaje no comenzó cuando Jesús inició Su ministerio terrenal. Fue establecido desde el huerto del Edén.
Génesis 3:9 — «Y llamó Jehová Dios al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú?»
¿Acaso Dios no sabía dónde se encontraba Adán? Siendo omnisciente y omnipresente, ¿por qué preguntaría dónde estaba? La pregunta no buscaba información geográfica. La pregunta estaba dirigida a confrontar al hombre: «Te dejé en un lugar y no te encuentro donde te dejé la última vez. ¿Dónde estás tú?»
La pregunta confrontaba su realidad presente, su condición actual.
Los Tres Grupos de Personas
Entre todos los hombres y mujeres que han existido, existen y existirán, podemos identificar tres grupos:
Primer Grupo: Los que no quieren ser salvos (el grupo mayoritario)
Este grupo simplemente no quiere que lo salven. Juan 3:20 explica su naturaleza: «Porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean redargüidas».
Este grupo no solo se encuentra en el mundo, sino también dentro de congregaciones. Son personas que forman parte de ministerios pero no quieren ser salvos porque nunca admiten —como Adán y Eva— que se encuentran en esa situación por haber faltado a la Palabra de Dios.
Segundo Grupo: Los que quieren ser salvos con sus propios métodos
Este grupo quiere la salvación, pero propone sus propias formas, métodos e innovaciones. Esto es imposible porque la salvación viene de Dios y tiene su forma establecida de manifestarse. No podemos sugerir, proponer o innovar el mensaje, porque entonces invalidamos la intención de Dios de salvar lo que se había perdido.
Tercer Grupo: El remanente (el grupo más pequeño)
Este es el grupo de los que aceptan la salvación con su característica principal: la rendición total. «Yo me rindo, no sigo peleando más, lo entrego todo». Son los escogidos, los que no trabajan por sí ni para sí, sino que han decidido esperar y confiar en el Señor.
La Salvación Como Reubicación
La salvación tiene que ver con reubicación conforme a la voluntad de Dios. No por estar dentro de una iglesia estoy salvo. No por confesar que Jesús es Dios soy salvo. Hemos cifrado nuestra confianza en cosas que, aunque son resultado de un cambio, no son la fuente primaria de la salvación que Dios nos ha entregado.
Lo único que nos hace estar conforme a la voluntad de Dios es mantenernos en lo que Dios nos ha establecido, en la Palabra que nos ha entregado, en la instrucción que nos ha dado.
Importante: Salirse de la voluntad de Dios no significa necesariamente caer en pecado. Salirse de la voluntad de Dios es sencillamente no seguir la instrucción que Dios nos ha entregado, aunque no haya un pecado de por medio.
De Qué Nos Salva el Señor: Tres Áreas Fundamentales
1. Dios Nos Salva de la Tendencia al Pecado y la Perversidad
Romanos 6:17 — «Pero gracias a Dios que aunque fuisteis siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual sois entregados».
No se trata de acciones, se trata de tendencias. Dios no va a ver solamente nuestras acciones, va a ver también nuestras tendencias. ¿De qué sirve que no hayan acciones, pero las tendencias al pecado y a la perversidad todavía se mantengan?
La salvación es una transformación que salta desde el espíritu y transforma toda la carne. Primera de Juan establece: «El que es nacido de Dios no peca». ¿Por qué? Porque la simiente, la semilla, el gene de Dios está dentro de la persona. La naturaleza de Dios se ha establecido no solamente en el espíritu, sino que ha transformado completamente todo el ser.
Hebreos 11:1 — «La fe es la sustancia» —es la naturaleza, el gene de Dios establecido en nosotros.
Romanos 8:5-8 — «Porque los que viven conforme a la carne de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al Espíritu, de las cosas del Espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del Espíritu, vida y paz. Porque la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede. Así que los que están en la carne no pueden agradar a Dios».
Si comparamos este versículo con Hebreos 11:6 («Sin fe es imposible agradar a Dios»), nos damos cuenta que la ausencia de fe se debe en primera instancia a hombres y mujeres que han creído en el Señor, pero que no han podido ser salvos de la intención hacia el pecado o la perversidad.
Pecado y perversidad no son lo mismo. Hay personas que ya no practican, ya no tienen acciones, pero las tendencias, las preferencias, las inclinaciones todavía están presentes. Dios no salva tan solo porque no hagamos acciones. Dios salva a aquel que quiere entregar sus intenciones, sus preferencias, sus inclinaciones hacia el pecado.
2. Dios Nos Salva de la Codependencia a Voces
Romanos 6:16 — «¿No sabéis que a quién os prestáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?»
Jesús nos salva de la codependencia a seguir voces que se han establecido en nuestras vidas, incluso desde cuando estábamos en el vientre de nuestra madre. Hay voces que se han establecido, voces que están dirigiendo tu vida, dando instrucciones constantes acerca de cómo debes vivir, comportarte, conducirte.
Si aquella voz desaparece, nos encontramos perdidos, confundidos, sin saber qué hacer. ¿Cuántos hombres y cuántas mujeres que se confiesan creyentes están codependiendo de voces que recibieron en el pasado?
La pregunta crucial es: ¿A quién le estamos obedeciendo? ¿Quién ha dirigido tu vida los últimos años?
Todo en Génesis 3 comenzó por una voz que nunca se debió haber atendido. Satanás nunca se presenta de forma directa; se presenta por emisarios que él envía. La serpiente no era Satanás mismo, pero se constituyó en un emisario suyo. Todo comenzó por una sugerencia, por una pregunta. Y cuando la mujer contestó, se sujetó a la obediencia de esa voz.
El texto dice claramente: «Y vio Eva que el fruto era agradable, codiciable». Todo comenzó por una palabra.
Hay voces que están de forma subconsciente dentro de las personas. Hay quienes han borrado completamente su conciencia y caminan en inconsciencia. Han borrado recuerdos, imágenes, su pasado de infancia, porque se estableció una palabra sobre ellos que determinó todo su caminar de allí en adelante.
Colosenses 1:13 — «Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de Su amado Hijo».
Dios te quiere salvar, pero tienes que dejarte salvar. No le propongas la forma como Él debe salvarte.
¿Por qué no hemos salido de las crisis? Porque hay ciclos repetitivos en la vida de muchos creyentes. Ciclos que se repiten año con año, a veces en la misma fecha. Dios te quiere salvar de las voces que atendiste, de las voces que oíste, de las voces que te siguen susurrando todavía hoy.
Hay personas caminando en desgracia porque escucharon a alguien que les dijo: «Tú nunca podrás hacer nada bien en la vida». Tienes que desechar esa voz hoy.
- ¿Qué voz determinó que fueras un frustrado?
- ¿Qué voz determinó que fueras un fracasado?
- ¿Qué voz estableció que siempre estarías enfermo?
El Señor te quiere salvar, pero es importante que tú también quieras ser salvo y que no le sugieras cómo debe hacerlo.
No sigas aferrándote:
- No te aferres a personas
- No te aferres a la música que resuena en tu oído trayendo nostalgia
- Si perdiste un familiar, déjalo ir, no lo sigas reteniendo
El apóstol Pablo dice en Romanos: No somos deudores del pasado. El pasado quedó atrás y no tiene que haber nada ni nadie, ni evento ni circunstancia que nos ate al pasado. Cuando te aferras, tu vida se estrangula, se asfixia.
3. Dios Nos Salva del Sistema Satánico
1 Juan 2:15 — «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él».
Dios nos quiere salvar del sistema satánico por el cual está fundamentada la vida en sociedad en este mundo.
Jesús oró al Padre: «Padre, no te pido que los quites del mundo, te pido que los guardes del mal» (Juan 17). Tenemos que vivir en esta sociedad, no podemos excluirnos. La salvación no está en excluirnos. La salvación está en entender que todo eso no aplica a nuestras vidas.
Jesús dijo: «El príncipe de este mundo viene, pero no tiene nada en mí». No participo de esta sociedad, no busco un espacio en ella, no busco participación. Los años que el Señor me permita vivir sobre la faz de la Tierra los vivo como peregrino y extranjero, pero no me comprometo con este sistema.
El mundo es un sistema de maldad establecido por Satanás.
En Mateo 4:8-9, durante las tentaciones, Satanás lleva a Jesús «a un monte muy alto y le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: Todo esto te daré si postrado me adorares».
En Lucas 4, en el pasaje paralelo, el diablo añade: «Porque a mí me fue entregado y a quien quiero yo la doy».
No podemos permitir que este mundo nos deslumbre. Muchos hemos permitido que las ofertas del mundo nos deslumbren. Muchos hemos visto el éxito en alcanzar lo que el mundo nos presenta, y esto es obra de Satanás.
No podemos hacer alianzas con el mundo. No podemos ver en alcanzar lo que el mundo nos presenta como beneficio. No podemos verlo como un éxito.
¿Cuántas personas, cuántos creyentes fieles entregaron su primogenitura por causa de un plato de lentejas? Por causa del éxito que el mundo les presentó. Caminaron el mismo camino de Esaú, el mismo camino del profeta falso contratado para maldecir al pueblo.
1 Juan 5:4 — «Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo, y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe».
Conclusión: La Confrontación y la Decisión
Al exponernos ante esta Palabra, regresamos a Lucas 19:10: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido».
El Señor ha venido para buscar y salvar lo que no está en el lugar donde Él siempre solía encontrarse. Adán y Eva se escondieron, no estaban en el mismo lugar. Dios sabía dónde estaban porque Dios todo lo sabe, pero la pregunta estaba dirigida para confrontarlos:
«¿Dónde estás tú? ¿Te has dado cuenta de cuál es tu situación? ¿Te has dado cuenta de cuál es tu condición?»
Muchas veces no nos hemos dado cuenta, o no queremos darnos cuenta de nuestra condición. Hay quienes llegan al colmo de decir: «Esta es la voluntad de Dios, así el Señor me quiere tener». Vea hasta qué punto llegan los niveles de corrupción en la mente de personas que se confiesan creyentes.
Dios no te quiere tener allí. Dios no quería que Adán estuviera escondido. Todo el tiempo estuvo desnudo; de momento se dio cuenta. Entró en conciencia de que estaba en deficiencia delante del Señor, pero nunca admitió: «Estoy así porque no atendí Tu voz».
La Verdad Que Debemos Reconocer
Hoy es importante presentarnos delante del Señor y entender:
Estamos como estamos no porque Dios así nos quiere tener. Estamos como estamos porque desoímos la voz de Dios.
En un momento determinado, Dios nos habló y nos dijo: «Esta es Mi voluntad para contigo, esto es lo que Yo tengo para contigo». Nos estableció posiciones, ministerios, lugares. Pero incurrimos en el error presentado en Jeremías: «Dos males ha hecho Mi pueblo: Me abandonaron a Mí por cavar para sí cisternas rotas que no retienen el agua».
Mientras no vengamos en arrepentimiento ante Él —y esto aplica a todos, no solo a pecadores en el mundo, sino a muchos que forman parte de congregaciones y ministerios pero no quieren admitir que necesitan arrepentirse— no podremos ser salvos.
Como el hijo pródigo: «Pequé, yo pequé contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser ya más llamado tu hijo». Él fue consciente de por qué se encontraba en esa situación.
El Llamado a la Rendición
Job 2:4 — Satanás dijo a Jehová: «Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida».
Mientras el hombre o la mujer se sigan aferrando a lo que no se deben aferrar, se sigan aferrando a la vida, a algo o a alguien, la vida se les está yendo.
El tercer grupo, el remanente, es el grupo que dice: «Yo me rindo. No sigo esforzándome más por mis propios esfuerzos. Sálvame Tú, Señor. Eres el único que me puede salvar. No me aferro más a nada ni a nadie. Señor, Tú eres lo único que yo tengo, Tú eres lo único y me aferro a Ti».
Jesús les dijo a los discípulos cuando llegó a ellos caminando sobre el mar: «No temáis, no tengáis miedo, Yo soy».
Y esta es la Palabra que Dios tiene para ti: No temáis. No tengáis miedo. Yo soy. Tened ánimo. Entrégate. No sigas peleando más. Estad quietos y ved la salvación que Yo estableceré hoy entre vosotros (como le dijo el Señor a Moisés).
Cuando el hombre se vence, se entrega: «Me rindo, Señor, no sigo peleando más. Me entrego, Señor. Todo, sin reserva, me entrego a Ti».
El Mensaje Final
- No sigas aferrándote al negocio
- No sigas aferrándote a la vida
- No sigas aferrándote al medicamento
- No sigas aferrándote a alguien
Entrégate.
¿Quieres ser salvo? Dios te quiere salvar. Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Y no es el mensaje de hace 2000 años atrás. Es el mensaje del huerto del Edén: «Adán, ¿dónde estás? No te encuentro en el mismo lugar donde te dejé la última vez que te vi».
Que hoy ninguno de nosotros le digamos: «Señor, tuve miedo y me escondí».
Que hoy nos acerquemos de forma diferente: «Señor, falté a Tu Palabra. Fallé al mandamiento, Te desobedecí y no me quiero seguir aferrando más a nada ni a nadie. Sálvame, aquí estoy».
Entonces el Señor te ubica en este tercer grupo: el remanente, los escogidos, los que confiaban que tenían una ciudad mejor, un reino mejor, y lo entregaron todo.
Reflexión Final
¿De qué sirve que pensemos en ir al cielo —que efectivamente llegaremos en un momento determinado— si mientras estamos viviendo seguimos presos de tendencias, inclinaciones, preferencias? ¿De qué sirve si seguimos presos de codependencias? ¿De qué sirve si seguimos presos de un sistema?
El Evangelio se vive en la Tierra y es para cada uno de nosotros.
Si eres parte del primer grupo o del segundo grupo, deja que el Espíritu de Dios te traslade hoy a este tercer grupo: el remanente.
Padre, Te doy gracias, Señor. Porque Tú eres mi paz, Tú eres mi consuelo, Tú eres mi reposo. Tú lo eres todo, Señor. Tú eres mi salvación. Te doy gracias porque me has querido salvar y me has salvado. Gracias, Señor, en el nombre de Jesús. A Ti sea la honra y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.