La Paz del Señor:
Que la paz del Señor esté contigo y con tu hogar. Agradecemos al Dios eterno y Todopoderoso por este tiempo que nos concede cada semana para profundizar en la verdad que nos libera. Como dice la palabra en “Juan 8:32”: “Conoceréis la verdad, y la verdad os libertará”. Como hombres y mujeres de fe, debemos comprender que nuestra dependencia no está en lo que el mundo ofrece, sino en la suficiencia que proviene de Dios. Hoy estudiaremos las características del viejo hombre, basándonos en Efesios 4:17-22, un pasaje que ya exploramos anteriormente y que ahora analizaremos en detalle para identificar cómo se manifiesta esta naturaleza en nuestras vidas.
El propósito de esta enseñanza es reconocer las formas que adopta el viejo hombre en aquellos que han abrazado la fe en Cristo. Para entenderlo, recordemos que el viejo hombre es la naturaleza pecaminosa con la que todos nacemos, consecuencia del pecado original de Adán y Eva en el Edén. Así lo establece “Romanos 3:23”: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Nadie es bueno por naturaleza; todos, hombres y mujeres, estamos separados de la gloria de Dios debido a esta condición pecaminosa. No hay distinción entre “más buenos” o “más malos”; ante Dios, todos estamos en la misma condición.
Cuando nacemos, traemos esa naturaleza pecaminosa, y solo cuando nos arrepentimos y venimos a Cristo encontramos reconciliación a través de su cruz. Como dice “Romanos 6:23”: “La paga del pecado es muerte”, una condena que pesa sobre todos los que no se acercan a Jesús. Sin Él, al partir de este mundo, no podremos estar en la presencia de Dios. Este es el núcleo del Evangelio del Reino, una verdad que debemos comprender claramente. El viejo hombre no es exclusivo de los pecadores más evidentes, como los viciosos o criminales; es la naturaleza innata con la que todos llegamos a este mundo.
Cuando aceptamos a Cristo, la palabra declara en “2 Corintios 5:17”: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Sin embargo, el viejo hombre no siempre desaparece por completo en la vida de los creyentes. A menudo, se transforma y se manifiesta de maneras sutiles que pasan desapercibidas. Este es el enfoque de nuestra enseñanza: identificar esas manifestaciones para que podamos confrontarlas.
Las Escrituras, particularmente el Nuevo Testamento, fueron escritas para creyentes, para aquellos que ya han aceptado a Cristo como su Señor y Salvador. Por eso, en Efesios, una carta dirigida a hombres y mujeres de fe, se nos advierte sobre el viejo hombre. Esto indica que, incluso en las comunidades de fe, esta naturaleza pecaminosa puede seguir activa. En Efesios 4:17-22, encontramos siete características del viejo hombre, y hoy estudiaremos las tres primeras, dejando las cuatro restantes para la próxima semana.
Comencemos con la primera característica, encontrada en Efesios 4:17: “Esto digo, pues, y requiero en el Señor, que no andéis más como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente”. El viejo hombre se manifiesta en la vanidad de la mente, en pensamientos vacíos y centrados en lo mundano. Esta vanidad implica que, aunque un creyente haya cambiado su conducta —ya no peca como antes, no frecuenta lugares de pecado, no vive como lo hacía—, su forma de pensar sigue anclada en el pasado. En “Romanos 12:2”, Pablo exhorta: “No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. La transformación verdadera requiere un cambio en la mente, no solo en la conducta.
Por ejemplo, el pueblo de Israel, liberado de la esclavitud en Egipto, dejó de servir a Faraón y de construir sus templos, pero muchos siguieron pensando con una mentalidad egipcia: mágica, mitológica, esotérica. Aunque sus acciones cambiaron, su manera de pensar no. Lo mismo ocurre con muchos creyentes: han dejado atrás los pecados evidentes, pero su mentalidad sigue siendo mundana. Antes de conocer a Cristo, dependíamos de nuestros recursos, contactos y capacidades. Si los teníamos, pensábamos: “Esto es posible”. Si no, decíamos: “Es imposible”. Este pensamiento persiste en muchos creyentes, a pesar de conocer versículos como “Filipenses 4:13”: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece”. Citamos la palabra, pero actuamos según nuestra vieja mentalidad, limitados por lo que vemos como posible o imposible.
La vida de fe no se trata solo de cambiar hábitos o conductas. Puedes modificar tu comportamiento, pero si tu mente no se renueva, sigues siendo la misma persona. La vanidad de la mente se manifiesta en actitudes mundanas ante la vida, las circunstancias y hasta Dios. Muchos no saben cómo integrar la fe en su vida diaria, usándola solo en emergencias, como enfermedades o crisis, pero no para vivir cotidianamente. Esto refleja la presencia del viejo hombre, que nos impide confiar plenamente en Dios.
En “1 Corintios 2:16” se nos dice: “Nosotros tenemos la mente de Cristo”. Tener la mente de Cristo implica renunciar a la vanidad y a la fantasía, a construir escenarios que no se alinean con la palabra de Dios. En “Colosenses 1:21” leemos: “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado”. Ser “enemigos en la mente” es dudar de lo que Dios dice, cuestionar Su palabra. Un ejemplo claro está en “Mateo 14:28-31”, cuando Pedro, al ver a Jesús caminando sobre el agua, dice: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre las aguas”. Pedro dudó, y Jesús le reprochó: “¿Por qué no me creíste?”. El viejo hombre cuestiona la palabra de Dios, pide confirmaciones innecesarias, como si Dios necesitara probarse. Esto es lo que muchos hacen: “Si eres Dios, haz esto o aquello”. La fe no requiere pruebas, sino confiar en lo que Dios ha dicho.
Pasemos a la segunda característica, en Efesios 4:18: “Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón”. El viejo hombre tiene un entendimiento oscurecido, incapaz de comprender la palabra, el Espíritu o la obra de Dios. En “Mateo 13:19”, en la parábola del sembrador, se dice: “Oyendo cualquiera la palabra del reino y no entendiéndola, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón”. La fe se nutre de la palabra, pero el viejo hombre, con su mente entenebrecida, no la entiende. Aunque un creyente haya abandonado vicios, asista a la iglesia y viva rectamente, si no comprende la palabra, el viejo hombre sigue activo.
Un entendimiento entenebrecido es como un día tormentoso, lleno de nubes oscuras que impiden ver con claridad. Esta oscuridad permite que el enemigo robe la palabra sembrada en el corazón. Muchos creyentes, al abrir la Biblia, sienten sueño o distracción, no porque estén en pecado evidente, sino porque el viejo hombre opera en su mente. En “2 Corintios 4:3-4” leemos: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto, en los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo”. Esta ceguera afecta incluso a creyentes que no han renovado su mente, impidiéndoles orar o entender la palabra.
¿Por qué persiste esta oscuridad? Porque la mente ha sido alimentada con ideas mundanas: libros de filosofía, esoterismo, misticismo o literatura que glorifican valores contrarios a Dios. Muchos creyentes conservan estos materiales, pensando que son inofensivos. Sin embargo, “Hechos 19:18-19” nos muestra que los nuevos creyentes “confesaban y daban cuenta de sus hechos… y muchos de los que habían practicado vanas artes trajeron los libros y los quemaron delante de todos”. Quemaron lo que alimentaba su vieja mentalidad. En “Josué 7:11-12” leemos: “Israel ha pecado… pues aún han tomado del anatema… y aún lo han guardado entre sus enseres. Por esto, los hijos de Israel no podrán estar delante de sus enemigos… si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros”. Conservar estas cosas mantiene la mente entenebrecida, impidiendo vivir en la luz de Dios.
La tercera característica, también en Efesios 4:18, es estar “ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay”. El viejo hombre no percibe la obra de Dios en la vida del creyente. Muchos piensan que Dios solo está presente cuando hay éxito material: un aumento de salario, un auto nuevo, logros visibles. Si no hay “suma o multiplicación”, creen que Dios está ausente. En “Romanos 8:6-8” dice: “La intención de la carne es muerte; pero la intención del Espíritu, vida y paz. Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. El viejo hombre vive para sí mismo, para sus intereses, no para Dios. En “Hebreos 11:6” se establece: “Sin fe es imposible agradar a Dios”. El viejo hombre no vive por fe, sino por el “yo”.
El caso de Job ilustra esto. En “Job 1:20-22” leemos: “Entonces Job… cayendo en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”. Job perdió todo, pero reconoció que Dios obra incluso en la pérdida, no solo en la ganancia. El viejo hombre no entiende esto y se frustra cuando no ve “resultados” inmediatos.
Si no puedes ver a Dios obrando en tu vida, el viejo hombre está activo. ¿Dónde se alimenta? En traumas, conflictos o dolores no enfrentados. Muchos creyentes cargan heridas del pasado —pérdidas, traiciones, frustraciones— que alimentan al viejo hombre. Jesús dijo a Marta en “Juan 11:40”: “¿No te he dicho que si creyeres, verás la gloria de Dios?”. Pero el viejo hombre duda y se aferra al dolor. El Espíritu de Dios te llama a soltar esas cargas. En “Juan 11:43”, Jesús exclamó: “¡Lázaro, sal fuera!”. Sal de tu dolor, de tu conflicto, para que tu mente sea renovada, tu entendimiento iluminado y no estés más ajeno a la vida de Dios.
En el nombre de Jesús, te invito a liberarte del dolor, la traición y la frustración. Entrega al Señor todo lo que te ha agobiado. El Espíritu de Dios está aquí para darte libertad, para que el viejo hombre sea crucificado en la cruz. No permitas que siga gobernando tu mente. Abandona la vanidad, la oscuridad y la ignorancia. Vive conforme a la palabra, y serás una nueva criatura, como dice “2 Corintios 5:17”: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Mantén esa libertad, camina en fe y que la paz del Señor te acompañe.
La dirección para conectarte a la transmisión es la siguiente: https://youtube.com/live/g5uq3zxloXI
Bendiciones,