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La Apostasía: Como en los días de Noé: Reflexiones y Advertencias para Nuestros Días


 La Paz del Señor,

Al único Dios verdadero, eterno, creador y sustentador de todo lo que existe, a Él y solo a Él rendimos honra y gloria. Con gratitud reconozco el precioso regalo de este tiempo que nos concede, una oportunidad para vivir, acercarnos a Su palabra y caminar bajo el amparo de Su gracia, Su misericordia y la luz de Su revelación. Doy gracias porque Él nos otorga la claridad para comprender que todo lo bueno proviene de Su mano, y a Él, únicamente a Él, se le exalta por encima de todo.

Hoy nos adentramos en un tema esencial, uno que todo hombre y mujer de fe debería comprender profundamente: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”. Aunque la Biblia nos proporciona abundantes señales para ubicarnos en la historia que Dios ha trazado, muchos creyentes avanzan por la vida sin rumbo claro, como si navegaran a la deriva, sin entender qué está por venir. Sin embargo, Dios nos ha dado Su palabra precisamente para que no caminemos en oscuridad, sino en plena luz. Como dice el Salmo 119:105, “Lampara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino”. Estas palabras nos recuerdan que los hijos de Dios no están destinados a vagar en tinieblas o dudas, sino a vivir con la certeza que da Su verdad, alejados de la ignorancia o la insensatez de quienes no lo conocen. Por esta claridad, le agradecemos al Señor.

Antes de sumergirnos en el tema principal, retrocedamos a un pasaje que hemos explorado antes en esta serie: 2 Tesalonicenses 2:1-3. El apóstol Pablo escribe: “Hermanos, les suplicamos respecto a la venida de nuestro Señor Jesús el Cristo y nuestra unión con Él, que no se dejen perturbar ni confundir fácilmente, ya sea por un espíritu, una palabra o una carta que parezca venir de nosotros, como si el día del Señor estuviera ya aquí. Que nadie los engañe de ninguna manera, porque ese día no llegará hasta que primero ocurra la apostasía y se revele el hombre de pecado, el hijo de perdición”. Este texto nos ofrece un mapa claro. No estamos perdidos ni desorientados; sabemos dónde estamos y qué sigue. Pablo nos dice que la venida de Cristo no sucederá hasta que dos eventos se cumplan: primero, la apostasía, y luego, la aparición del anticristo. El orden es innegable.

Sin embargo, hay quienes sostienen una idea contraria, una enseñanza que asegura que la iglesia será arrebatada antes de que el anticristo se manifieste. Pero este pasaje desmiente esa noción. La iglesia atravesará este tiempo de tribulación, y necesitamos prepararnos para ello. Pablo habla de “la venida de nuestro Señor Jesús el Cristo y nuestra unión con Él”. Sí, la iglesia será elevada, pero esto ocurrirá cuando Cristo regrese, no antes. Si fuéramos a ser apartados antes, ¿por qué el Espíritu de Dios nos advertiría sobre estos eventos? La respuesta es clara: porque estaremos aquí, y debemos estar listos para discernir entre lo santo y lo profano. Este es el desafío de muchos creyentes hoy: carecen del conocimiento y la sabiduría necesarios para distinguir lo que es de Dios de lo que no lo es.

En tiempos antiguos, Israel cayó en apostasía y llegó a tal confusión que ni siquiera los sacerdotes podían separar lo puro de lo impuro. La apostasía nubla la mente, el corazón y la vista, dejando a los hijos de Dios incapaces de ver con claridad. Durante las últimas cuatro semanas, hemos visto que estamos inmersos en este tiempo de apostasía. Pero muchos no lo reconocen porque esperan que sea solo un error doctrinal dentro de la iglesia. La realidad es más grande: la apostasía es un movimiento global, espiritual y satánico que trasciende las paredes de una congregación y se extiende por el mundo entero. Frente a esto, muchos no están preparados, y por eso debemos fortalecernos.

Ahora, entremos de lleno en el corazón del tema: “Como en los días de Noé”. En Mateo 24:37-39, Jesús nos dice: “Como fueron los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio la gente comía y bebía, se casaba y daba en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Aquí hay dos puntos clave que debemos desentrañar. El versículo 38 describe a las personas “comiendo y bebiendo, casándose y dando en matrimonio” hasta que Noé entró en el arca. Para entender esto, necesitamos preguntarnos: ¿cómo eran realmente los días de Noé? Jesús compara dos momentos separados por siglos, pero nos asegura que lo que pasó entonces se repetirá cuando Él regrese. Si no comprendemos lo que ocurrió en los días de Noé, no captaremos lo que significa para nuestro tiempo.

Alguien podría decir: “Está claro, dice que comían, bebían y se casaban”. Pero eso ha sucedido siempre a lo largo de la historia; no es lo distintivo. La verdadera pregunta es: ¿por qué hacían esas cosas? ¿Qué había detrás? Para responder, vayamos a Génesis 6:1-3: “Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas y tomaron para sí mujeres de entre todas ellas. Entonces Jehová dijo: ‘Mi Espíritu no contenderá con el hombre para siempre, porque es carne; sus días serán 120 años’”. Aquí encontramos la clave de “los días de Noé”.

Ha surgido una enseñanza engañosa, aceptada por muchos en la iglesia, que afirma que “los hijos de Dios” eran ángeles que se unieron con mujeres humanas, dando lugar a gigantes. Esto es una falsedad. Primero, esa idea viene de un libro mitológico, no de la Biblia. Segundo, las Escrituras nunca llaman “hijos” a los ángeles. Hebreos 1:5 pregunta: “¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: ‘Hijo mío eres tú’?”. A ninguno. Entonces, “los hijos de Dios” no eran ángeles.

¿Quiénes eran, entonces? Génesis 5 nos muestra que en ese tiempo había dos linajes en la tierra: el de Caín y el de Set. La descendencia de Caín, conocida como “los hombres”, vivía apartada de Dios, mientras que la de Set, “los hijos de Dios”, invocaba Su nombre (Génesis 4:26). En Génesis 6:2, los hombres de la línea de Set vieron la belleza de las mujeres de la línea de Caín y las tomaron como esposas. Esta unión disgustó profundamente a Dios. En el versículo 3, Él declara que Su Espíritu no contenderá más con el hombre y limita sus días. Esa mezcla, esa alianza con el mundo, fue una abominación que desencadenó el diluvio. Por eso, en Mateo 24, “comiendo, bebiendo, casándose y dando en matrimonio” apunta a esta unión indebida entre los hijos de Dios y el mundo.

Dios no nos ha llamado a mezclarnos con el mundo ni a buscar un lugar en él adoptando sus costumbres. En Números 25:1-3 leemos otro ejemplo: “Israel acampó en Sitín, y el pueblo comenzó a unirse con las hijas de Moab. Ellas invitaron al pueblo a los sacrificios de sus dioses; el pueblo comió y se postró ante esos dioses. Así Israel se unió a Baal-peor, y el furor de Jehová se encendió contra ellos”. El pueblo de Dios participó en las fiestas y prácticas del mundo, y esto fue abominable. Hoy, muchas iglesias adoptan tradiciones paganas, disfrazándolas con nuevos nombres bajo la excusa de retener a las personas. Pero esto no es conversión; es contaminación.

En 2 Corintios 6:14-17, Dios nos exhorta: “No se unan en yugo desigual con los incrédulos. ¿Qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿Qué relación hay entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial? ¿Qué comparten el fiel y el infiel? ¿Qué acuerdo puede haber entre el templo de Dios y los ídolos? Porque ustedes son el templo del Dios vivo, como Él dijo: ‘Habitaré entre ellos y caminaré con ellos; seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por eso, salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor; no toquen lo impuro, y yo los recibiré’”. Como en los días de Noé, cuando la generación de Set se unió a la de Caín, hoy los creyentes buscan alianzas con el mundo, olvidando que ese linaje nació de un asesino. Esto es una abominación para Dios.

Volvamos a Mateo 24:39-41: “No se dieron cuenta hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre. Entonces, de dos hombres en el campo, uno será tomado y el otro dejado. De dos mujeres moliendo, una será tomada y la otra dejada”. Aquí, “tomado” no significa salvación, sino destrucción, como el diluvio que se llevó a todos a la muerte. Los “dejados” son los preservados. La apostasía invadirá todo —campo y ciudad— y solo quienes rechacen unirse al mundo serán salvos.

Por eso, debemos decidir firmemente no participar en las prácticas del mundo. Ezequiel 33:12-13 advierte: “La justicia del justo no lo salvará el día que se rebele”. Aunque hayas aceptado a Cristo, si te mezclas con el mundo —sus comidas, bebidas, fiestas—, tu justicia pasada no te librará. Como en los días de Noé, apartémonos y vivamos en santidad según la palabra de Dios.


Le exhorto a que no se pierda esta enseñanza y que nos acerquemos con un corazón humilde a ella; es lo único que nos ayudará a entender lo que Dios nos quiere decir. De lo contrario, podríamos estar alimentando la base de la apostasía que nos ha rodeado.

El programa está disponible en la siguiente dirección: https://youtube.com/live/dv4FF6KU_yI

Bendiciones,

Pastor Pedro Montoya


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