Texto base: Marcos 10:17-24
La paz del Señor sea contigo y con tu casa. Damos gracias al Señor por un tiempo más que Él nos permite en Su presencia, expuestos ante Su Palabra para poder caminar conforme a Su voluntad.
El Encuentro del Joven Rico con Jesús
En la enseñanza de esta noche estudiaremos el texto del Evangelio de Marcos, capítulo 10, versículos 17 al 24, donde se encuentra el relato de la ocasión cuando el joven rico se acerca ante Jesús para preguntarle acerca de qué debe hacer para entrar al Reino de los Cielos.
El pasaje dice: «Y saliendo Él para ir Su camino, vino uno corriendo y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna? Y Jesús le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios. Los mandamientos sabes: no adulteres, no mates, no hurtes, no digas falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre. Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme tomando tu cruz. Pero él, entristecido por esta palabra, se fue triste porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dice a Sus discípulos: Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas.»
Una Pregunta Válida y Vigente
La pregunta central es: ¿Qué haré para poseer la vida eterna? Esta pregunta es similar a: ¿Qué debo hacer para entrar al Reino de los Cielos?
Es importante notar que Jesús no lo corrigió en ningún momento. No le dijo: «No tienes que hacer absolutamente nada, entrar al Reino es gratuito por la gracia de Dios.» Esto significa que la pregunta es válida, pero muchas veces no la hemos manejado adecuadamente.
Sé que todos decimos: «No hay que hacer nada, porque no es por obras para que nadie se gloríe, es por la gracia, por medio de la fe.» Es cierto que es un don gratuito, pero revisando las Sagradas Escrituras nos damos cuenta de que no hemos entendido completamente lo que es la salvación.
El Hombre No Puede Comprar la Salvación
Efectivamente, el hombre no puede hacer nada para comprar la salvación. Tengamos presente lo que el apóstol Pablo estableció: «Por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios.»
Así que no podemos hacer absolutamente nada para compensar y ganar la aceptación de Dios. Pero —y aquí está la parte que no hemos entendido— el hombre tiene que demostrar cuán digno es de la gracia que ha recibido de parte de Dios. En ese sentido, sí hay que hacer algo: son obras de dignidad para que podamos ser merecedores de la gracia que Dios nos ha entregado.
El apóstol Pablo escribe que «la fe no es de todos.» Dios da la fe por medida, pero no es de todos. «No es del que corre, no es del que quiere, sino del que Dios tiene misericordia.»
Aunque Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, y dio Su vida por todos sin excepción, no todos son merecedores de la salvación. Si bien el hombre no puede hacer nada de suyo propio para compensar la salvación, Dios espera que mostremos dignidad de la salvación que Él nos está entregando.
Dos Preguntas Fundamentales de Génesis 3
Para entender la pregunta del joven rico, es necesario ir al libro de Génesis capítulo 3, donde se presenta el relato de la desobediencia y la expulsión. Hay dos preguntas que debemos responder primero.
Primera Pregunta: ¿Por Qué Fuimos Expulsados?
En Adán y en Eva todos estábamos representados. No fue solo Adán el que desobedeció; en ellos todos desobedecimos. No podemos señalar a Adán como el culpable y a Eva como la culpable, porque en ellos estábamos representados todos.
La respuesta automática es: «Porque pecaron.» Pero déjeme decirle: el pecado es consecuencia, no es el efecto primario. El pecado es la consecuencia de algo más profundo.
Cuando el Señor pregunta «Adán, ¿dónde estás tú?», el hombre y la mujer se encontraban escondidos. Ellos dijeron: «Oí Tu voz, tuve miedo, me escondí porque estaba desnudo.» Se escondieron porque habían desobedecido a Dios.
La razón de por qué fuimos expulsados del huerto del Edén es porque desobedecimos a Dios. El pecado fue la consecuencia de la desobediencia.
Mientras no entendamos que fue la desobediencia la que provocó la expulsión del huerto del Edén, no podremos entrar al Reino de los Cielos. ¿Cómo vamos a poder entrar nuevamente al lugar de donde fuimos expulsados si nunca hemos entendido por qué fuimos expulsados?
¿Cuántas personas se han acercado a Cristo pero no con la motivación correcta? «Sálvame de esta situación,» pero cuando Dios pregunta: «¿Estás dispuesto a hacer Mi voluntad?», responden: «No, yo lo que quiero es que me salves de esta situación.» Muchos se acercan con una motivación incorrecta. Quieren ser librados, pero no para hacer Su voluntad. Simplemente quieren el beneficio, no están buscando entrar al Reino de los Cielos.
Es la desobediencia la que ha provocado, provoca y sigue provocando todo el caos, el desorden y la crisis. Muchas enfermedades, escasez y situaciones difíciles son el resultado de la desobediencia a la Palabra de Dios.
Segunda Pregunta: ¿Por Qué No Morimos Aquel Día?
Dios le dijo a Adán: «De todos los árboles puedes comer, solamente de uno, de un árbol su fruto no comerás. El día que de él comiereis, ese día moriréis.»
La pregunta es: ¿Por qué Adán y Eva no murieron ese día?
Hay dos respuestas:
Primera respuesta: Por la misericordia de Dios. El profeta Jeremías dice: «Nuevas son cada mañana Su misericordia. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos.»
Allí nació la gracia. La gracia es el resultado de la misericordia de Dios. Adán y Eva fueron los primeros que pudieron experimentar la gracia de Dios.
Segunda respuesta: En Génesis 3:17 dice: «Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol de que te mandé diciendo ‘no comerás de él’, maldita será la tierra por amor de ti.»
El Señor desvió el castigo hacia la tierra. ¿Por qué? Porque Dios esperaba que un día se levantara alguien que le creyera a Él y que recuperara nuevamente lo que Adán había perdido.
¿Entiende ahora por qué Génesis 12 comienza: «Sal de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré»? Dios estaba esperando que hubiera alguien que le creyera a Él, que recuperara lo que el hombre había perdido.
¿Por qué no morimos aquel día? Por la gracia y la misericordia de Dios, para darnos la oportunidad de que recuperáramos un día lo que habíamos perdido en el huerto del Edén.
La Respuesta: ¿Qué Debo Hacer Para Entrar al Reino?
Ahora sí estamos listos para contestar la pregunta: ¿Qué debo yo hacer para entrar en el Reino de Dios?
Primera Respuesta: El Reino de Dios Está Donde Está Jesús
Vamos a Lucas 17:20-22:
«Y preguntado por los fariseos cuándo había de venir el Reino de Dios, les respondió y dijo: El Reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán ‘helo aquí’ o ‘helo allí’, porque he aquí el Reino de Dios entre vosotros está. Y dijo a Sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis.»
El Reino de Dios está donde está Jesús. Si Jesús no está, no hay Reino de Dios. Si Jesús está en tu vida, tú estás dentro del Reino de Dios. Si Jesús no está en tu vida, tú no estás en el Reino de Dios, aunque estés formando parte de una congregación, porque el Reino de Dios no es una institución. El Reino de Dios es la manifestación de la gracia y de la misericordia de Dios.
Esto es importante entenderlo. ¿Por qué? Porque muchas veces hemos perseguido la obra de Dios, pero nos hemos olvidado del Creador de aquella obra. Hemos perseguido la bendición de Dios, pero no hemos querido atender al que da esa bendición. Hemos perseguido la sanidad, la prosperidad, todos aquellos beneficios, pero nos hemos olvidado del Creador de todos aquellos beneficios.
No son las manifestaciones las que debemos perseguir, sino estar seguros de que estamos donde está Jesús y de que Jesús esté morando en nuestras vidas.
Tenemos que movernos de acuerdo al entendimiento de la Palabra de Dios, porque como dice Santiago: «Aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es considerado como pecado.»
En Juan 14:6, Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí.» Lo hemos leído, lo sabemos, pero no lo hemos entendido.
¿Entiende por qué Génesis 3 es importante cuando el Señor pregunta: «¿Dónde estás tú?» El hombre se había escondido, se había alejado del lugar donde estaba el Señor.
¿Entiende por qué es importante sacar a la luz todas las cosas que están escondidas? Porque todas las cosas que están escondidas nos alejan de Dios, nos retiran y nos sacan del Reino de Dios.
Esta es la puerta de entrada al Reino de Dios. No puedo esconderme, no puedo alejarme, no puedo retirarme porque me estoy retirando del Reino de los Cielos.
Aquel día, cuando el joven rico vino ante Jesús, Jesús le reprochó desde un principio: «¿Por qué me llamas bueno si no estás dispuesto a obedecerme, si no estás dispuesto a atenderme, si no estás dispuesto a seguir Mis instrucciones?»
En Lucas 6:46 claramente leemos: «¿Por qué me llamáis ‘Señor, Señor’ y no hacéis lo que yo digo?»
Yo tengo que moverme hacia donde está Jesús. Si donde yo estoy no está Jesús, yo no estoy dentro del Reino de los Cielos.
¿De qué me sirve confesar que estoy escondido? ¿De qué me sirve saber que estoy desnudo si estoy lejos de Jesús? No me sirve absolutamente de nada.
¿Qué debo yo hacer? Número uno: Muévete. Sal de tu escondite, sal de tu cueva, sal del lugar donde estás escondido. Sal y deshazte de la vergüenza, sal y deshazte de todo aquello que te provocó estar escondido.
Si sabes que hay algo que te aleja de Dios, tienes que soltarlo. ¿Por qué vas a persistir en ello? Ten presente la gracia y la misericordia de Dios, pero sepa también que la gracia y la misericordia tienen un límite.
Gracia y misericordia no significa tolerancia. Gracia y misericordia no significa permitir el pecado. Un día la gracia y la misericordia van a tener un límite, y ay de nosotros si sobrepasamos ese límite.
Segunda Respuesta: Despójate de Tu Naturaleza
Vamos a Mateo 16:24:
«Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»
¿Cuántas instrucciones encontró aquí? Muchos dirían tres: niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pero hay cuatro instrucciones. Hay una más que no queremos ver.
¿Cuál es la primera? «Si alguno quiere venir en pos de Mí.»
No vas a ser obligado. ¿Quieres seguir en pos de Jesús o no?
Casi siempre hemos destacado: «niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame,» pero nos hemos olvidado de lo primero: ¿Quieres venir en pos de Jesús?
Tenemos que despojarnos de nuestra naturaleza. ¿Cuál es mi naturaleza? Mi naturaleza es alejarme de Dios.
Muchas personas no se pueden negar a sí mismas porque no han decidido finalmente si quieren seguir en pos de Jesús. Muchos están porque los están obligando a estar. Muchos están porque los forzaron a estar, pero de sí mismos no quieren estar allí.
Por eso la primera instrucción es: «Si alguno quiere venir en pos de Mí.» Tiene que ser una decisión libre, voluntaria e inalienable. Nosotros tenemos que decidir.
Negarme significa despojarme de mi naturaleza humana.
Adán fue expulsado y nunca dijo: «Señor, yo Te desobedecí.» Más adelante, cuando Caín se levantó contra Abel, Dios le habló antes de que cometiera aquel horrendo crimen. Dios le dijo: «Si bien hicieres, no serás exaltado. El pecado está a la puerta y con todo estará sujeto a ti.» Pero Caín prefirió que lo expulsaran, prefirió irse de la presencia de Dios antes que decir: «Sí, yo Te he desobedecido.»
Muchas crisis y caos que hoy estamos viviendo no son el resultado de una intervención satánica necesariamente. Son el resultado de una obcecación, de mantenernos soberbios, de mantenernos sin doblar la cerviz, de no admitir que nos equivocamos.
Tienen que pasar 5, 10, 15 y a veces muchos más años de caos para al final darnos cuenta de que fui rebelde, fui soberbio, fui terco. ¿Por qué no lo hice cuando en su debido momento, en la gracia y la misericordia de Dios, me estaba dando la oportunidad?
Porque preferimos mantener nuestra naturaleza pecaminosa antes que renunciar a ella.
«Si alguno quiere venir en pos de Mí…» Y la pregunta es: ¿Quieres? ¿Quiero ir en pos de Jesús o no?
Muchas veces la respuesta es no. Realmente no quiero. Lo que estoy buscando es el beneficio, lo que estoy buscando son las promesas, pero realmente no quiero.
Es necesario renunciar a nuestra naturaleza. En Juan 12:24 encontramos: «De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; pero si muriere, lleva mucho fruto.»
Mientras nos mantengamos en esta resistencia, en esta obcecación, en esta terquedad, no avanzaremos.
¿No ha leído que del pueblo de Israel se decía que era un pueblo de dura cerviz? ¿Sabe lo que significa la cerviz? El cuello, que no lo bajaban para nada. Bajar el cuello significa humillarse, bajar el cuello significa reconocer: «Señor, lo admito, yo soy el culpable.»
¿Qué sucedió con David? Cuando él hizo el censo y aquel día murieron 70,000 varones, David dijo: «No fueron ellos los que pecaron, fui yo el que pequé. Detén, detén la mortandad.» Eso es bajar la cerviz, eso es humillarse, eso es reconocer.
«Señor, yo quiero caminar por Tu voluntad, pero para poder caminar por Tu camino, yo tengo que renunciar a mi naturaleza. Mi naturaleza es terca, obcecada, soberbia, rebelde. Mi naturaleza es de levantarme en contra de Ti. Yo, Señor, lo desecho todo.»
El apóstol Pablo, cuando le escribe a la iglesia de Filipos, dice: «Lo que para mí era ganancia…» Él era el mejor fariseo de su tiempo, el más notable de todos, el heredero de Gamaliel, el erudito.
Pero él admite: «Lo que para mí era ganancia, lo he reputado por pérdida.» ¿Qué significa pérdida? Significa deshonor, desmérito. Hoy todos me señalan; antes todos me alababan. Todo eso lo he reputado por pérdida. ¿Por qué? Porque yo deseché mi naturaleza, esa naturaleza soberbia.
Y aún así, el apóstol escribe: «Para que yo no me vanagloríe, Dios me envió un mensajero de Satanás para que no se eleve la vanidad que hay en mí.» Aún él reconocía que había una tendencia hacia la vanidad.
«Tres veces le he pedido al Señor que me lo quite, pero el Señor me ha dicho: ‘Bástate Mi gracia.’» Y él reconoce en humildad: «En mi flaqueza es cuando soy más fuerte.»
Segunda respuesta: Desecha tu naturaleza, desecha tu personalidad, desecha tu carácter, desecha todo lo que tú eres, esa tendencia, esa característica natural, porque el Reino de Dios no puede ser heredado por la carne.
Jesús enseñó: «Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de los Cielos.»
¿Sabe por qué? Porque para que un camello pueda pasar por el ojo de una aguja —un portal en forma de aguja— el camello tenía que inclinarse, arrodillarse, bajar el cuello y casi arrastrándose pasar por allí. Está hablando de humildad, de sujetarse, de someterse, de entregarse completamente.
Es que no hemos decidido todavía si quiero ir en pos de Jesús. Estoy viendo cómo van resultando las cosas. Yo tengo que decidirme, yo tengo que definirme: ¿Quiero yo verdaderamente ir en pos de Jesús o no?
Tercera Respuesta: Desconéctate del Mundo
Volvamos a Marcos 10:21:
«Entonces Jesús, mirándole, le amó…» Por eso tomé este pasaje, porque es el único que dice que Jesús le amó. «Y le amó y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme tomando tu cruz.»
Tercera respuesta: Yo tengo que desconectarme del mundo.
¿De qué me sirve haber negado y haber entregado mi naturaleza adámica si tan pronto salgo me conecto nuevamente con la fuente que me contamina?
Esto es lo que le ha pasado a muchos que cuando se han reconciliado con el Señor, tan pronto vuelven a sus mismas amistades, a sus mismos medios, a sus mismas costumbres, se conectan con la fuente de la contaminación y al cabo de 1, 2, 3 meses están a veces hasta en peor condición que la anterior.
Para entrar al Reino de los Cielos, yo tengo que desconectarme del mundo. No puedo vivir en el Reino de los Cielos conectado con el mundo.
Jesús lo dijo: «No podemos servir a dos señores, o amarás a uno y menospreciarás al otro, o te inclinarás por el otro y aborrecerás al otro.»
Queremos vivir y tener los beneficios del Reino de los Cielos, pero siempre alimentados de las cosas que son parte del mundo. No podemos.
Lo que sucede es que tenemos hombres y mujeres ambiguos manifestando doble decisión, doble corazón, doble intención, moviéndose de acuerdo a las circunstancias, de acuerdo a los beneficios.
No podemos vivir dentro del Reino de los Cielos y a la misma vez estar conectados con el mundo. ¿Por qué? Porque la contaminación que llega va a producir una apostasía tal que hombres y mujeres estarían fabricando un nuevo evangelio, un evangelio acomodaticio, solamente de beneficios, pero no de responsabilidades.
En Deuteronomio 8:17-18 dice:
«Y digas en tu corazón: ‘Mi poder y la fortaleza de mi mano me han traído esta riqueza.’ Antes acuérdate de Jehová tu Dios, porque Él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar Su pacto que juró a tus padres.»
Al joven rico se le olvidó que él era rico y acaudalado porque Dios le había dado la capacidad para adquirir esas riquezas, y se olvidó de Dios.
Muchos de nosotros perseguimos los beneficios, pero nos hemos olvidado de Aquel que da los beneficios que estamos persiguiendo.
La vida de fe en Cristo Jesús no depende de disfrutar de bendiciones, de prosperidad, de riquezas, de beneficios, olvidándonos del que da todas estas cosas. Esa no es la vida de fe. Eso será una vida comercial, pero no una vida espiritual.
La pregunta del joven rico es una pregunta vigente: ¿Qué debo yo hacer para obtener la vida eterna, para entrar en el Reino de Dios?
Muchos hemos dicho sin entendimiento: «No hay que hacer nada.» Cuando en realidad Dios sí está esperando que nosotros hagamos algo, pero son actos de dignidad que demuestran cuán dignos podemos ser de lo que Dios nos está entregando.
Si nosotros sabemos valorar la salvación como el don más grande que Dios nos ha entregado, no tendríamos problema en entregar nuestra naturaleza pecaminosa, no tendríamos ningún problema en desconectarnos del mundo. Pero por cuanto no hemos aprendido a valorar la salvación de Dios, es que todavía estamos buscando nexos y posiciones dentro del mundo.
Tres Acciones Concretas
1. Muévete Hacia Donde Está Jesús
Yo tengo que moverme. ¿Dónde está Jesús? Yo tengo que estar donde está Jesús, porque donde está Jesús está el Reino de Dios.
Si puedo hablar de tantos temas, pero no puedo hablar de Jesús, algo está fallando. Si puedo hablar de muchos temas teológicos, pero no puedo hablar de Jesús, algo está sucediendo.
¿Por qué la gente hoy tenemos problemas de dar testimonio de Jesús?
¿Por qué no podemos hablar de Jesús? Porque no le conocemos. Lo único que tenemos de Él son referencias. Hemos escuchado mucho, pero se han constituido en referencias.
Hemos escuchado que Jesús sana, pero no estamos dispuestos a recibir la sanidad de Jesús. Hemos escuchado que Jesús liberta, pero no estamos dispuestos a someternos a la liberación. Hemos escuchado que Jesús alimentó a multitudes, pero no estamos dispuestos a compartir nuestros peces y nuestros panes.
Hemos escuchado tanto, pero se han convertido en referencias, en relatos, no en vivencia de nuestras vidas. Porque cuando hemos estado en escasez, en necesidad, en lugar de remitirnos a Jesús, nos remitimos a una cisterna rota que no retiene el agua.
El Reino de Dios está donde está Jesús. Yo tengo que moverme hacia donde está Jesús.
El ciego de nacimiento de Juan 9 no tuvo ningún problema, aunque era ciego y aunque no tenía un lazarillo, en ir con lodo en sus ojos hasta el estanque de Siloé, lavarse y regresar. No tuvo ningún problema.
Pero muchos de nosotros sí tenemos problemas, aún teniendo los ojos para poder ver, aún teniendo las Sagradas Escrituras: «Lámpara es a mis pies Tu Palabra y lumbrera a mi camino,» que lo citamos de memoria, pero aún así, teniéndola, tenemos problemas para ir y para caminar.
«Dime algo más sencillo, dime algo que no sea tan complicado, dime algo que no requiera tanto esfuerzo,» porque no estamos donde está Jesús.
Esta pregunta está resonando todavía hoy: ¿Qué debo yo hacer para entrar en el Reino de los Cielos? Y muchos hemos contestado: «No hay que hacer nada.»
Muévete. Si no está Jesús contigo, muévete. Sal de donde tú estás, muévete para que puedas estar donde está Jesús, para que puedas entrar en el Reino de los Cielos.
2. Despójate de Tu Naturaleza
Yo tengo que despojarme de esta naturaleza. ¿Por qué? Porque por naturaleza yo tuve un padre que se llamó Adán, que prefirió esconderse. Yo tuve un padre que se llamó Adán y una madre que se llamó Eva, que prefirieron echarle la culpa al siguiente, pero nunca admitir que todo esto comenzó por desobediencia.
Es la tendencia que cargo en mí, es la naturaleza que cargo en mí y, por lo tanto, ante cualquier situación voy a actuar como actuaron ellos, porque yo estaba presente cuando ellos estaban delante de Dios.
Yo tengo que despojarme de esta naturaleza y tengo que decidir de una vez y por siempre: ¿Quiero yo ir en pos de Jesús?
¿Quiero verdaderamente yo ir en pos de Jesús, o esto me está resultando como una imposición? ¿O esto me está resultando como un obligamiento, pero realmente yo lo que quisiera es estar en otro lugar?
¿Quiero yo verdaderamente ir en pos de Jesús? Esta es la pregunta que tengo que contestar.
3. Desconéctate del Mundo
Tengo que desconectarme del mundo. No puedo vivir dentro del Reino de Dios conectado al mundo. ¿Por qué? Porque lo que voy a estar fabricando es apostasía, y voy a estar contaminando mi existencia y la existencia de todos los que están a mi alrededor.
«Ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres.»
¿Por qué Jesús le dijo eso? Porque las riquezas lo tenían absorbido. «Todo esto hice desde mi juventud,» pero él sabía que le hacía falta algo. Él sabía que no estaba en el lugar correcto.
Un Llamado a la Acción
Hoy no puedo echarle la culpa a una segunda o tercera persona. Hoy soy yo y Dios, nada más. El problema soy yo, el problema no es Dios. El problema soy yo, que estoy conectado al mundo.
Es que todavía el mundo me atrae. Es que todavía la contaminación entra por mis ojos, por mis oídos. Yo tengo que desconectarme del mundo para que entonces: «Bien, buen siervo y fiel. Sobre lo poco fuiste fiel, sobre lo mucho te pondré.»
Esto no es para meditarlo. «Voy a reflexionar en lo que usted me ha dicho.» No, esto no es para meditarlo. Esto es para tomar acción, y la acción no es mañana. La acción es hoy.
Conclusión
La pregunta del joven rico sigue resonando en nuestros días: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? La respuesta involucra actos de dignidad que demuestran cuán dignos somos de la gracia que Dios nos ha dado.
Tres acciones concretas:
- Muévete hacia donde está Jesús — El Reino de Dios está donde está Jesús. No puedes estar en el Reino si estás escondido, alejado de Él.
- Despójate de tu naturaleza adámica — Decide de una vez y por siempre si quieres ir en pos de Jesús. Renuncia a tu terquedad, soberbia y rebeldía.
- Desconéctate del mundo — No puedes vivir en el Reino de Dios mientras permaneces conectado a la fuente de contaminación.
Si valoramos la salvación como el don más grande que Dios nos ha dado, no tendremos problema en entregar nuestra naturaleza pecaminosa ni en desconectarnos del mundo.
La acción es para hoy.
La paz del Señor sea contigo.