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Fundamentos Bíblicos de la Fe: La Fe que Agrada a Dios


Introducción

Damos gracias al Dios Eterno y Todopoderoso por Su gracia y misericordia, que nos permite exponernos ante Su palabra. Esta capacidad no proviene del hombre, sino que es obra divina. Ningún ser humano tiene la tendencia natural de buscar a Dios; es Él quien obra espiritualmente para llamar tanto a hombres como a mujeres, revelando Su propósito a través de sus vidas sobre la faz de la tierra.

No se trata únicamente de un propósito ministerial detrás del púlpito, sino de un propósito de vida y existencia, para que todos conozcan a través del testimonio del pueblo de Dios cómo Él sigue operando en nuestros tiempos.

Iniciamos una nueva serie de enseñanzas acerca de la fe con dos propósitos fundamentales: primero, depurar los conceptos que tenemos sobre este tema, pues para muchos—quizás el 99%—la fe significa simplemente creer en Dios. Sin embargo, descubriremos que trasciende esta definición básica. Segundo, establecer una definición bíblica y espiritual para que seamos hombres y mujeres firmes que caminen conforme a la voluntad de Dios.

Si una persona que confiesa a Cristo Jesús como su Señor no camina por fe, bajo ninguna circunstancia está caminando bajo la voluntad de Dios. La vida de fe no consiste solamente en evitar el pecado, sino en caminar conforme a la guianza del Espíritu Santo, que es la voluntad divina.

Fundamento Espiritual de la Fe

La fe es espiritual y pertenece a Dios, siendo regulada por Él mediante preceptos espirituales. Si el creyente no conoce estos preceptos, no puede ejercitar la fe ni caminar conforme a la voluntad divina. Muchas personas desconocen lo que Dios tiene para sus vidas precisamente por la ausencia de fe genuina.

El hombre que comprende la fe y sus preceptos reguladores conoce lo que Dios tiene y desea para su vida. Por tanto, estudiaremos cuatro preceptos—regulaciones espirituales inquebrantables—que Dios ha establecido para que caminemos en ellos con la seguridad de que andamos conforme a Su voluntad.

Primer Precepto: La Fe No Es de Todos

Este primer precepto puede resultar impactante, pues hemos creído que todos poseemos fe en diferente medida. Sin embargo, en 2 Tesalonicenses 3:2, el apóstol Pablo establece claramente que «no es de todos la fe».

¿Por qué no es universal? Porque el ser humano no puede producir fe; la mujer no puede generar fe. La fe es espiritual y pertenece a Dios; por tanto, no todos pueden poseerla.

En Hebreos 4:2 leemos: «porque también a nosotros se nos ha evangelizado como a ellos, pero no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron, porque no tenían fe». Pablo se refiere al pueblo judío—quienes recibieron la ley, conocieron al Dios que los liberó de Egipto, presenciaron milagros y manifestaciones sobrenaturales durante generaciones—pero no les aprovechó nada porque no caminaron por fe.

Filipenses 1:15-16 revela otra realidad: «Y algunos a la verdad predican a Cristo por envidia y por contienda, pero algunos también por buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente». Estar en una comunidad cristiana no garantiza salvación ni caminar por fe. Muchos participan por imitación, hábito desde la infancia, obligación, o incluso envidia.

Mateo 13:10-15 confirma esta verdad cuando Jesús explica por qué habla en parábolas: «porque a vosotros os es concedido saber los misterios del reino de los cielos, mas a ellos no les es concedido». Algunos ven sin ver, oyen sin oír ni entender.

Romanos 9:16 establece definitivamente: «Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia». Por ello, nuestra primera oración por otros no debe ser por provisión o buenas obras, sino que Dios tenga misericordia de ellos, pues la fe es del que Dios tiene misericordia.

Muchos se exponen a la palabra desde la infancia, pero ésta no produce fe porque no se han acercado con arrepentimiento genuino ante la presencia del Señor. El evangelio no es meramente un cambio de conducta o moderación del comportamiento. Aunque habrá cambios cuando la persona se arrepienta, si no hay arrepentimiento verdadero de la pasada manera de vivir, lo no arrepentido eventualmente resurgirá.

El pueblo de Israel ejemplifica esto: salieron de Egipto, pero nunca sacaron a Egipto de sus corazones, continuamente añorando su vida pasada. El arrepentimiento significa sacar completamente el amor y entrega a la pasada manera de vivir. Sin arrepentimiento, no puede haber impacto del Espíritu de Dios a través de Su palabra para desarrollar fe.

Segundo Precepto: La Fe Es Espiritual—Dios la Da y la Entrega

Debemos corregir un concepto erróneo ampliamente difundido: no existen dos tipos de fe—una espiritual y otra humana. Efesios confirma: «un Señor, una fe, un bautismo». Hay una sola fe, y es espiritual, perteneciendo exclusivamente a Dios.

Aunque Romanos 10:17 declara que «la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios», esto no significa que la exposición automática a la palabra genere fe. No podemos producir fe leyendo múltiples capítulos diarios, pues la fe no es una producción humana sino una virtud espiritual que Dios otorga según Su voluntad.

La única manera de crecer en fe es humillándose ante la presencia del Señor, caminando bajo el señorío de Cristo. La parábola de los talentos en Mateo 25 ilustra esto claramente: el siervo que recibió un talento no produjo nada debido a su soberbia. Él mismo confesó: «Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste». Conocía a su señor pero no le importó, no se humilló reconociendo su posición de siervo.

¿Cuántos creyentes actúan igual? «Sé que Dios me manda esto, sé que Dios me pide aquello, pero no se me antoja hacerlo.» Esto es soberbia pura.

Lucas 24:45, refiriéndose a los discípulos camino a Emaús, dice: «Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras». Estos discípulos, apenas tres días después de escuchar a Jesús, no lo reconocieron ni por Su apariencia ni por Su voz, aunque Él había dicho: «mis ovejas oyen mi voz y me siguen». No fue hasta que Jesús abrió su entendimiento que comprendieron.

Romanos 12:3,6 confirma que Dios reparte fe por medida: «conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno» y «teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe».

¿Por qué unos reciben más fe que otros? La respuesta es la arrogancia que gobierna el corazón humano. Recordemos la parábola del fariseo y el publicano: uno daba gracias por sus obras, el otro se golpeaba el pecho diciendo: «Dios, sé propicio a mí, pecador». El publicano descendió justificado antes que el otro.

¿Cuándo fue la última vez que nos postramos ante Dios diciendo: «Ten misericordia de mí, porque a pesar del tiempo caminando en el evangelio, no he alcanzado la fe que mueve montañas»? Como dice Hebreos 5: «debiendo ser ya maestros por el tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios».

David tenía corazón conforme al de Dios porque, aunque incurrió en graves pecados, nunca se escondió ni evadió la responsabilidad, sino que se presentaba ante Dios diciendo: «Heme aquí.»

Tercer Precepto: La Fe Es Creer A Dios, No En Dios

Examinemos cuidadosamente las Escrituras. Romanos 4:3: «¿Qué dice la Escritura? Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia». Romanos 4:17: «delante de Dios, a quien creyó». Gálatas 3:6: «Como Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia». Santiago 2:23: «y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue imputado a justicia».

Notemos la precisión: no dice «creyó en Dios» sino «creyó a Dios». Esta distinción es crucial. La fe no es creer en Dios; la fe es creerle a Dios.

Muchos—me atrevo a decir el 100%—creen en Dios, pero no le creen a Dios. Incluso Santiago lo confirma: «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan» (Santiago 2:19). Los demonios creen en Dios pero no reciben beneficios por ello.

El joven rico ilustra perfectamente esta diferencia. Vino a Jesús preguntando: «¿Qué bien haré para tener la vida eterna?» Cuando Jesús le citó los mandamientos, respondió: «Todo esto lo he guardado desde mi juventud». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres». El joven se fue triste.

Este joven creía en Dios, pero no le creyó a Dios. Hay muchos creyentes que conocen las Escrituras de memoria, cantan coros, citan versículos, pero no le creen a Dios. Si le creyeran, no estarían estancados espiritualmente; estarían creciendo y avanzando.

¿Cuántas personas, por beneficios como Esaú, niegan la palabra de Dios? Muchos dicen: «Yo sabía que Dios me estaba llamando, sabía que me estaba pidiendo esto, pero no lo hice.» ¿Qué significa esto? Que no le crees a Dios.

Uno de los grandes males es buscar una segunda opinión cuando Dios ya ha hablado. ¿Acaso Dios no es veraz? ¿Necesita confirmación? Números 23:19, pronunciado irónicamente por Balaam—quien vendió su ministerio por riquezas—declara: «Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre, para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?»

La vida de fe consiste en creer lo que Dios te dijo y caminar conforme a ello. ¿De qué sirve asistir a la iglesia múltiples veces por semana si, cuando llega el momento de actuar conforme a lo que Dios te ha dicho, buscas una segunda opinión? Eso no es fe.

Cuarto Precepto: La Fe Es la Activación del Reino de los Cielos

Este cuarto precepto resume todo lo anterior: la fe es la activación del Reino de los cielos en la tierra. Recordemos la oración modelo en Mateo 6: «venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra».

Si no hay fe, no hay Reino de los cielos operando. Puedes estar en la mejor congregación, en el mejor ambiente cristiano, pero no estarás dentro del Reino de los cielos.

Hebreos 11:6 es categórico: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios». Si no estamos agradando a Dios, no estamos dentro del Reino de los cielos.

Caín y Abel ejemplifican esto: cada uno trajo su ofrenda, pero la de Caín no agradó a Dios. ¿Qué sucedió? Caín fue echado de la presencia de Dios. En un ambiente donde no hay fe, no hay Reino de los cielos.

Muchos esfuerzos se echan a perder porque no se enseña a vivir por fe. En muchos ambientes eclesiásticos se enseña a vivir por capacidades humanas, por esfuerzos propios: «el que no trabaja, no come.» Las personas desarrollan sus capacidades pero no confían en el Señor ni dependen de Él. El esfuerzo humano no ha producido avance espiritual.

Cuando se establece el Reino de los cielos sobre la tierra mediante la fe, Romanos 4:17 nos dice que Dios «da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen». Las cosas que no son cobran vida.

La fe no es meramente creer o autosugestión («yo creo, yo creo»). La fe activa el Reino de los cielos para que las cosas que no son cobren vida y se establezcan en nuestras vidas, experiencias, entornos y ambientes.

Conclusión y Aplicación Personal

Estos cuatro preceptos demandan una revisión personal profunda:

  1. La fe no es de todos: Muchos en las congregaciones están por imitación, imposición o hábito, sin fe genuina.
  2. La fe es espiritual: Dios la entrega por medida cuando nos humillamos ante Su presencia, sin orgullo, vanidad o soberbia.
  3. La fe es creer a Dios: No basta creer en Su existencia; debemos creerle y caminar conforme a Su palabra.
  4. La fe activa el Reino de los cielos: Sin fe no hay Reino operando, independientemente del ambiente religioso.

Muchos no caminamos conforme a la fe bíblica sino por filosofías humanas, secularismo o apostasía infiltrada en las congregaciones. Lo crucial es examinarnos y venir en humillación ante el Señor para que tenga misericordia.

No es «del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia» (Romanos 9:16). No corramos en nuestro propio esfuerzo, sabiduría o inteligencia. Clamemos: «Ten misericordia de mí, Señor, que Tu misericordia me alcance.» Entonces tendremos la seguridad de que Él nos da abundantemente y sin medida, permitiéndonos caminar conforme a Su voluntad dondequiera que nos encontremos.

La paz del Señor sea contigo, y Su gracia y misericordia te alcancen a ti y a tu generación. Amén.

Por favor, verifica la hora correspondiente a tu localidad. La dirección para conectarte a la transmisión es la siguiente: https://youtube.com/live/L4TGYs3t00E

Bendiciones,

Pastor Pedro Montoya


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