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La Palabra de la cruz: La Gracia en la Reconciliación con Dios


El quinto acto de la salvación – La reconciliación


La paz del Señor sea contigo y con tu casa. Al único Dios verdadero, creador del cielo y de la tierra, nuestro formador y sustentador, a Él sea la honra y la gloria. Damos gracias esta noche por este tiempo que el Señor nos concede en el poder del Espíritu Santo para recibir una palabra oportuna, correcta y sana, conforme a la doctrina del evangelio del Reino de los cielos. Hoy estudiaremos el tema de la reconciliación con Dios, que corresponde al quinto acto de la salvación, dentro de la serie que hemos desarrollado durante semanas.

Contexto: Los actos de la salvación

Hemos establecido que la salvación no es un evento aislado, sino un proceso profundo compuesto por actos de Dios en favor del hombre y la mujer pecadores. Jesús lo expresó al inicio de su ministerio: «El Hijo del Hombre no ha venido para condenar, sino para buscar y salvar lo que se había perdido». Este propósito se despliega en etapas, como vimos en Éxodo, donde Dios necesitó diez plagas para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto. De manera similar, la salvación se desarrolla a través de varios actos en la vida de Jesús:

  1. Primer acto: Dios se hizo carne. Juan escribe: «Y la Palabra se hizo carne», y Pablo afirma: «Indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne». Jesús habitó entre nosotros con la misma naturaleza adámica, pero sin pecado, sometido a nuestras limitaciones, como dice Filipenses 2: «Se despojó a sí mismo».
  2. Segundo acto: En la cruz del Calvario, Jesús cargó la pena de muerte que pesaba sobre nosotros.
  3. Tercer acto: Ese mismo día, al declarar «Consumado es», nos proclamó inocentes.
  4. Cuarto acto: La justificación, estudiada la semana pasada, ocurre en la resurrección. Nos devuelve a la condición previa a la desobediencia y nos eleva a una posición de mayor honra, como vimos en Salmos 8:4-5“Le has hecho poco menor que los ángeles”– y Hebreos 1:14“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”.

Hoy abordaremos el quinto acto: la reconciliación, que también se da el primer día de la resurrección.

¿Qué es la reconciliación?

Comúnmente, pensamos que reconciliación significa hacer las paces con Dios, dejar de ser enemigos y estar de su lado. Aunque esto es cierto, la reconciliación bíblica es mucho más profunda. Es el acto de Dios mediante el cual el hombre y la mujer justificados reciben la misma naturaleza espiritual de Cristo Jesús. Repito: la reconciliación es la atribución divina de la naturaleza de Cristo al hombre y la mujer justificados. No basta con decir “ya soy amigo de Dios”; muchos creyentes no disfrutan sus beneficios porque desconocen su verdadero significado.

Veamos las Escrituras:

  • Juan 4:24: «Dios es espíritu, y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren». La reconciliación nos da esa naturaleza espiritual.
  • 1 Juan 3:2: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser». No es solo un título nominal, sino una esencia entregada por Dios.
  • 1 Corintios 6:17: «Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él». Hay una transformación radical, física, espiritual y genética.

Pablo lo resume en Gálatas 2:20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí». No somos pecadores arrepentidos; esa definición niega la reconciliación. Somos nuevas criaturas con la naturaleza de Cristo, y Dios, al mirarnos, ve a su Hijo en nosotros.

¿Cuándo se dio la reconciliación?

Este quinto acto ocurre el día de la resurrección. Compararemos dos pasajes:

  • Juan 20:17: Jesús dice a María Magdalena: «No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios». Esto sucede temprano el domingo.
  • Lucas 24:36-39: Más tarde ese día, Jesús aparece a los discípulos y dice: «Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo».

Por la mañana, Jesús no permite que lo toquen porque aún no había subido al Padre. Por la tarde, ya resucitado y transformado, invita a tocarlo. Entre ambos momentos, ascendió al Padre, no en la ascensión de Hechos 1 (40 días después), sino ese mismo día, como primicia. Levítico 23:10-12 profetiza esto: «Traeréis al sacerdote un omer como primicia… el día siguiente del sábado lo mecerá». El domingo, mientras el sacerdote mecía las primicias, Jesús se presentó ante Dios como «las primicias» (1 Corintios 15:23: «Cristo, las primicias»), otorgando la reconciliación a los justificados.

Efesios 4:8-10 lo confirma: «Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad… El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos». Esto ocurrió el día de la resurrección, cumpliendo la reconciliación.

Beneficios de la reconciliación

Vivir en la reconciliación trae bendiciones concretas:

  1. Vivimos la vida de Cristo Jesús: Romanos 5:10-11: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida». No vivimos nuestra vida, sino la de Cristo, independientemente de las circunstancias. 2 Corintios 5:18-19: «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo… no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados». Tenemos la potestad –no solo capacidad– de vivir como Cristo, no por esfuerzo humano, sino por la obra del Espíritu.
  2. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo: Romanos 8:17: «Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo». Gálatas 3:29: «Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa». Tito 3:7: «Para que, justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna». Esto incluye las promesas, la fe de Abraham, las bendiciones (Deuteronomio 28: «Estas bendiciones te alcanzarán») y la vida eterna. No es para todos, sino para los reconciliados que viven conforme a esta verdad, no solo por afiliación religiosa (Mateo 7:21: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos»).
  3. Satanás no tiene jurisdicción sobre nosotros: Efesios 2:14-16: «Porque él es nuestra paz… reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo por medio de la cruz». Colosenses 1:13: «El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo». El enemigo pierde autoridad; Dios ve a Cristo en nosotros.

Llamado a vivir la reconciliación

La reconciliación no es un concepto ligero ni un esfuerzo humano; es una transformación sobrenatural. Muchos no la viven por desconocimiento o por aferrarse a ideas religiosas. 1 Juan dice: «El que es nacido de Dios no peca, porque su simiente permanece en él». No somos pecadores buscando oportunidades; tenemos la naturaleza de Cristo. Asumamos la responsabilidad de caminar en esta verdad: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino». Vivo la vida de Cristo por fe (Gálatas 2:20), no por sentirlo, sino porque la Palabra lo declara.

Te bendigo; la paz de Cristo Jesús sea contigo. Amén.


Te invito a acompañarnos en el estudio de este tema, muchos no han recibido nunca una enseñanza sobre el significado de la Reconciliación, conocer este tema es determinante para el buen desarrollo y crecimiento de la fe y de la vida espiritual.

La dirección para conectarte a la transmisión es la siguiente: https://youtube.com/live/Jh7nFlLgYSs

Bendiciones,


Pastor Pedro Montoya

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