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La Palabra de la cruz: Justificados en Cristo para Vivir en Libertad y sin Culpa


El cuarto acto de la salvación – La justificación


La paz del Señor sea contigo y con tu casa. Al Dios eterno, el único Dios verdadero, creador del cielo, de la tierra y de todo lo que en ellos existe, le damos gracias. En su gracia y misericordia, nos ha permitido establecer un tiempo para exponernos ante su Palabra y su revelación. Él está limpiando un pueblo propio, como dice la Escritura, un pueblo celoso de buenas obras. Agradecemos su misericordia, que nos ha dado la oportunidad de acercarnos a esta gracia y a esta revelación. Hoy estudiaremos el tema de la justificación, el cuarto acto de la salvación.

Contexto: Los actos de la salvación

Para quienes no han seguido esta serie de enseñanzas, haré un breve resumen. Muchos creen que la salvación es un solo evento, como un paquete único. Sin embargo, al escudriñar las Sagradas Escrituras, descubrimos que es un proceso compuesto por varios actos. Así como Dios usó diez plagas para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto y llevarlo a la tierra prometida, de igual manera ha provisto acciones específicas para la salvación del hombre y la mujer, culminando en la vida eterna.

  1. Primer acto: Dios se manifestó en carne. Como dice Pablo a Timoteo: «Indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne», y Juan lo confirma: «Y la Palabra se hizo carne». Jesús, el Hijo de Dios, habitó entre nosotros con la misma naturaleza adámica, pero sin pecado, para prepararnos para los actos siguientes.
  2. Segundo acto: En la cruz del Calvario, Jesús cargó con la pena de muerte que pesaba sobre nosotros. «El día que de él comieres, de seguro morirás», dice Génesis. Esa condena, descrita por Pablo en Romanos como un «cuerpo de muerte», fue transferida a Cristo, genética y espiritualmente.
  3. Tercer acto: A las tres de la tarde, Jesús exclamó: «Consumado es». Este es el momento de la declaración de inocencia. El hombre y la mujer fueron declarados inocentes, liberados de la culpa del pecado.
  4. Cuarto acto: La justificación, que estudiaremos hoy, se desarrolla mediante la resurrección de Jesús. En Romanos 4:25 leemos: «El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación». Estos actos no son un solo contenido, sino acciones progresivas de Dios que nos otorgan su gracia.

¿Qué es la justificación?

Es crucial no confundir la declaración de inocencia con la justificación. La primera es una declaración: Jesús dijo: «No he venido a condenar, sino a buscar y salvar lo que se había perdido». Al exclamar «Consumado es», nos declaró inocentes. Pero la justificación, que ocurre tras su resurrección, va más allá: es una regeneración, una atribución de sustancia al hombre y a la mujer.

En Tito 3:5 se nos dice: «No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo». La justificación no es solo un pronunciamiento; es una transformación. El Espíritu de Dios regenera al hombre y a la mujer, devolviéndolos a la condición original que tenían antes de la desobediencia en Edén. Pero hay más: no solo los restaura, sino que los eleva a una posición de mayor honra que la que tenían antes.

En Romanos 3:22-26 leemos: «La justicia de Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para demostrar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús». Pablo añade en Romanos: «No como el delito fue el don», indicando que la gracia no solo restaura, sino que exalta al justificado por encima de su estado original.

Evidencia en la Escritura

En Salmos 8:4-6, David pregunta: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra». Aquí, el hombre fue creado un tanto menor que los ángeles en jerarquía espiritual, autoridad y dominio. Pero en Hebreos 1:14 se nos dice de los ángeles: «¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?». Los ángeles sirven a los herederos de la salvación, lo que implica que los justificados, tras la resurrección de Cristo, son elevados por encima de los ángeles. La justificación no solo regenera; exalta al hombre y a la mujer a una jerarquía superior a la de Adán y Eva.

La parábola del hijo pródigo (Lucas 15) lo ilustra. En el versículo 21, el hijo confiesa: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo». Pero el padre ordena en el versículo 22: «Sacad el mejor vestido y vestidle, y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies», y en el 24 declara: «Porque este mi hijo muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado». La declaración de inocencia lo libera de la culpa, pero la justificación lo restaura como hijo y lo exalta, incluso por encima de su hermano mayor, quien se enoja al ver su nueva posición.

Beneficios de la justificación

La justificación, como punto fundamental de la palabra de la cruz –locura para los que se pierden, pero potencia de Dios para los salvos–, trae beneficios concretos:

  1. No estamos bajo la autoridad de la muerte: En 1 Corintios 15:53-54 leemos: «Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria». La muerte no tiene jurisdicción sobre el justificado; solo Dios determina su vida. Los ángeles, no la muerte, vienen por el hombre o la mujer de fe al partir. Esto se refleja en la paz de quienes mueren en Cristo, a diferencia de la agonía de quienes no lo conocen.
  2. Notificación a principados y potestades: En Efesios 3:10 dice: «Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por la iglesia a los principados y potestades en los cielos». Estos principados y potestades, descritos en Efesios 6:12 como «huestes espirituales de maldad», saben quiénes son los justificados. En Hechos 19:15, un espíritu maligno dice: «A Jesús conozco, y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?». La justificación no es privada; es pública ante el reino de las tinieblas, que respeta los límites de los justificados.
  3. Atribución de fe para vivir: En Romanos 1:17 se afirma: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá». Y en Romanos 12:3: «Conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno». La fe no es humana; es un don de Dios al justificado. En Hebreos 11:6 leemos: «Sin fe es imposible agradar a Dios». Casos como Ester, Rut o Rahab muestran que Dios deposita fe en quienes justifica, permitiéndoles vivir en su propósito.

Llamado a la palabra de la cruz

Muchos viven esforzándose por méritos propios, diciendo: «Hoy será diferente, lo lograré». Pero sin la justificación, ese esfuerzo es vano. Jesús dijo a Nicodemo: «Si no nacieses de nuevo, no puedes entrar en el reino de los cielos». La justificación es regeneración, no obra humana. Hay quienes, con años en la iglesia, se refugian en credenciales –ayunos, vigilias, diezmos– pero no han venido a la palabra de la cruz. Esta noche, el Espíritu te llama a aceptar la locura de la cruz, que es potencia de Dios para los que creen (Romanos 3:22). No se trata de fórmulas religiosas, sino de rendirse a su obra transformadora.

Oración

Padre, oro por hombres y mujeres que has llamado, pero que caminan en un evangelio de fórmulas que no funciona. En el nombre de Jesús, derriba toda estructura religiosa que los ata. Que esta noche sean justificados, exentos de la muerte, y vivan por la fe en Cristo, bajo tu gracia y misericordia. Por el poder de tu Palabra y tu Santo Espíritu, amén. Te bendigo; la paz del Señor sea contigo y con los tuyos.


Te invitamos a profundizar en estas preguntas cruciales para tu vida espiritual en nuestro próximo encuentro «Justificados en Cristo para vivir en libertad y sin culpa«. No pierdas la oportunidad de descubrir cómo la justificación que Cristo ofrece transforma radicalmente tu identidad y te capacita para una nueva forma de vivir.

La dirección para conectarte a la transmisión es la siguiente: https://youtube.com/live/OTr832TmCHI

Bendiciones,


pastor Pedro Montoya

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