La vida en el Espíritu no es una forma o estilo de vida diferente al que se vive en cualquier parte de la tierra, la vida en el Espíritu es una nueva creación, espiritual, y como tal, no responde a una clasificación social, filosófica, inclusive moral, o de cualquiera otra de las formas a que estamos acostumbrados a clasificar las formas de vida sobre la faz de la tierra.
Sé que esta forma de definir la vida en el Espíritu podrá sorprender a más de alguno, y es porque en más de alguna ocasión podríamos haber escuchado a algún predicador definiéndola como tal, como un ‘estilo’ de vida, nuevo, diferente; la vida en el Espíritu no corresponde a esta tierra, es la vida del Cielo establecida sobre la tierra, por lo tanto no sigue un patrón; Jesús definiéndola, dijo que los nacidos del Espíritu son comparables al fluir del viento: impredecible.
Vivir en el Espíritu es la potestad entregada por Dios mismo a través de su Santo Espíritu, para que el hombre y la mujer de Fe puedan desplegar sobre la tierra la Revelación de lo que significa ‘estar’ con el Maestro.
Vivir en el Espíritu es una vivencia de Revelación, es la capacidad del hombre y de la mujer de Fe de manifestar la transformación de vivir en la Plenitud de la excelencia, a pesar de vivir dentro de un cuerpo que aún está sujeto a la decadencia. La vida en el Espíritu no está sujeta a la experiencia religiosa.
La lección 28 está basada en el capítulo 16 de Los Hechos de los Apóstoles, un relato que nos presenta al apóstol Pablo, a Silas (Silvano), y a Timoteo, viajando a través de Macedonia para cumplir una encomienda que el apóstol recibió en la ciudad de Troas a través de una visión. Es un relato edificante y revelador.
pastor Pedro Montoya
