Las iglesias entonces tenían paz por toda Judea y Galilea y Samaria, y eran edificadas, andando en el temor del Señor; y con consuelo del Espíritu Santo eran multiplicadas.
La persecución de la iglesia de Jerusalem iniciada como resultado de la muerte de Esteban fue una persecución que trajo un ambiente de crisis entre todos los discípulos de Jesús, aunque no tenemos el dato de cuanto tiempo duró, y cuántos fueron muertos por causa de esta persecución, podemos, no obstante, entender que los afectados fueron muchos, dado el hecho de que, por la efectividad de su labor, Saulo de Tarso decide extenderse hasta Damasco, y algunas otras ciudades circunvecinas.
El capítulo nueve de Hechos de los apóstoles termina precisamente describiendo cómo las iglesias se recuperan de este ambiente de opresión, y el escritor describe el beneficio adicional que trajo a todas las comunidades de Fe la sanidad de Eneas, y la resucitación de Tabita, también conocida como Dorcas.
Estos últimos versículos del capítulo nueve son importantes, no por el dato histórico que aportan, sino, sobre todo, porque por ellos podemos ver el cuidado espiritual que el Espíritu Santo prodiga a todos los que caminan en la Fe de Jesús.
Esta semana estudiaremos precisamente lo que significa la Obra consoladora del Espíritu Santo dentro de la iglesia, en ella veremos que la intervención del Espíritu Santo no solo tiene que ver con el crecimiento numérico de las iglesias, sino también, sobre cómo son sanadas las heridas emocionales y mentales que dejan en las comunidades los actos satánicos que buscan destruir la Obra de Dios.
pastor Pedro Montoya
