¡Perdí la cuenta de cuántas veces le he preguntado al Señor, qué quieres de mí!
Mi trayectoria no ha sido fácil. Mi vida ha estado llena de altos y bajos, quizá más bajos que altos. Han sido muchos los momentos de dolor, de pérdidas, de frustración, de crisis, de angustias, tantos que no quisiera recordarlos.
¿Y qué de los errores que he cometido? De las veces que he creído que estoy bien, y con el tiempo me percato que estaba haciendo el ridículo. Innumerables veces. Las veces que sin intención de hacerlo dañé a muchas personas.
¿Por qué si queremos hacer la Voluntad de Dios tenemos que enfrentarnos con la posibilidad de fracasar, con el dolor de que pudimos haberlo hecho mejor? ¿Acaso Dios no busca la perfección de los que le buscan?
Me permití escribir desde mi zona de frustracion, lo que muchos predicadores no hacemos por temor del rechazo, porque quiero compartir lo que he aprendido de Dios.
Una cosa me he dado cuenta, que Dios es corrección, y me refiero no al concepto disciplinario, de incluso castigo por algo que se hizo mal. Me refiero al concepto matemático, de revisar la trayectoria teórica de un obús, por ejemplo, y de corregir la trayectoria original para que llegue al punto calculado.
Por efectos del viento, o de factores no calculados, un proyectil puede desviarse de curso, allí es cuando el calculista recalcula los datos y corrige la trayectoria. A eso me refiero con que Dios corrige.
Cuántas veces le pregunté al Señor, ¿Que quieres que haga? Pero en el camino por decisiones, por ignorancia, por ingenuidad, por precipitado, por orgullo, desvié la ruta. En esos momentos Dios corrigió y me hizo alcanzar la posición original.
Descubrí que los fracasos, los dolores, los momentos de frustración, las crisis, fueron en realidad visitación de Dios, interviniendo en mi vida y corrigiendo la ruta perdida.
Me doy cuenta de cuánto Dios me ha amado y de las múltiples intervenciones en mi vida, a mi favor.
Escribo para aquellos que se conciben a sí mismos abandonados de Dios, sin posibilidades de realización, condenados a un destino de desgracia. Escribo para ellos para mostrarles cómo Dios toma las desgracias y las transforma en glorias, en bendición.
¡Que bueno es Dios! Estoy seguro que estoy en la ruta correcta, porque EL me corrige.
Pastor Montoya
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