(Tomado del libro «Su Estrella hemos visto en El Caribe» ISBN-13: 978-1494363550)
“3 Y te afligió, é hízote tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido; para hacerte saber que el hombre no vivirá de solo pan, más de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.” Deuteronomio 8:3
La Palabra de Dios está adquiriendo un valor especial, sobrenatural. Nos está declarando nuevos misterios, diferentes a los que estábamos acostumbrados hasta este momento.
Este caso de Gedeón nos transporta a unas dimensiones de revelación especial, pero que requiere de una disposición de entrega y compromiso por parte de quienes formaran parte de los convocados por el Espíritu.
Cuando Gedeón recibió la comisión de libertar a su pueblo de la opresión de Madián, no solo estaba recibiendo mandamientos a los cuales debía obedecer, como los demás otros jueces de su tiempo; estaba recibiendo depósitos de revelación que descubrían en la Palabra un valor desconocido y por el cual se hacían proyecciones escatológicas del reino de Dios.
Esta opresión era diferente a todas las anteriores, reunía características particulares. La presencia de un profeta que visita a Israel y les recuerda la salida de Egipto con mano poderosa hace ver que esta opresión sea vista como un retorno a la esclavitud de Egipto. Después de Moisés no se menciona de otro profeta hasta este momento, así que esta opresión es diferente a las anteriores.
La presencia de un ángel que visita y comisiona a Gedeón casi al estilo de la visita que recibió Abraham, le otorga el valor de un retorno al tiempo cuando el hombre comienza a recibir la visitación de Dios para heredar una tierra.
Gedeón pertenece a la tribu de Manases,[1] y a partir de aquí es de donde se descodifica la validez de la Palabra. Había palabra profética comprometida a Manases en virtud de las ejecutorias de José. Gedeón era heredero de estas promesas.
Observemos lo que Jacob le declaró a Manases:
“El Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos mozos: y mi nombre sea llamado en ellos, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac: y multipliquen en gran manera en medio de la tierra… 20 Y bendíjolos aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Póngate Dios como á Ephraim y como á Manasés. Y puso a Ephraim delante de Manasés.”[2]
Jacob mencionó a un ángel que lo libertaba del mal, ¿habrá sido este mismo ángel que visitó a Gedeón?
Lo que Moisés dijo de Manases:
“17 Él es aventajado como el primogénito de su toro, Y sus cuernos, cuernos de unicornio: Con ellos acorneará los pueblos juntos hasta los fines de la tierra: Y estos son los diez millares de Ephraim, Y estos los millares de Manasés.”[3]
Manases fue constituido junto con su hermano como medida de medir, parangón para el resto del pueblo sobre lo que Dios estaba dispuesto a hacer en aquellos en quienes había sido depositado una palabra revelada, y de allí la necesidad de validar la Palabra. Validar la Palabra significa no solo buscar el cumplimiento de una palabra sino buscar en ella el valor profético para el establecimiento del reino de Dios.
Por otra parte, cuando se describe el campamento del ejército de Madián, hay una palabra que llama la atención. El escritor indica que Madián, y Amalec, y todos los orientales, estaban tendidos en el valle como langostas en muchedumbre,[4] llama la atención porque en la profecía de Joel se indica que habrá una restitución de todo los años que comió la oruga, la langosta, el pulgón, y el revoltón; mi grande ejército que envié contra vosotros.[5]
Estos textos hacen que entendamos la razón de la peculiaridad de la salvación que Dios trajo por intermedio de Gedeón. Y estos elementos cobran valor en nuestros tiempos porque toman forma como parte de la estrategia de Dios para estos días.
[1] Josué 17:2
[2] Génesis 48:16-20
[3] Deuteronomio 33:17
[4] Jueces 7:12
[5] Joel 2:25