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El Nuevo Nacimiento: El Lavacro de la Regeneración


Enseñanza de Tito 3:3-7


Introducción y bendición inicial
Que la paz del Señor esté con cada uno de ustedes, hermanos y hermanas, que semana tras semana se unen a esta transmisión para crecer en la fe y establecer el Reino de Dios y su justicia en la tierra. Doy gracias al Señor por su gracia y misericordia, que nos permiten estudiar su Palabra y desarrollarnos espiritualmente. Hoy continuamos explorando un tema fundamental: el nuevo nacimiento, un acto divino que transforma la vida de hombres y mujeres para vivir en fe.

Texto base: Tito 3:3-7
Leamos el pasaje que fundamenta nuestra enseñanza:
“Porque también nosotros éramos en otro tiempo necios, rebeldes, extraviados, sirviendo a pasiones y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, aborreciendo los unos a los otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, nos salvó por el lavamiento de la regeneración y por la renovación del Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.”

¿Qué es el nuevo nacimiento?

Un acto transformador de Dios
El nuevo nacimiento es un acto sobrenatural de Dios que transforma la vida de hombres y mujeres, independientemente de su pasado o condición. Este proceso les permite vivir una vida de fe, alineada con los propósitos divinos. No es algo que el ser humano pueda lograr por sus propios méritos, sino que depende enteramente de la gracia y misericordia de Dios.

Un nuevo pacto en Cristo
El nuevo nacimiento está vinculado al nuevo pacto sellado por la sangre de Jesús. Como todo pacto, tiene términos establecidos por Dios, a los cuales hombres y mujeres deben someterse. No somos nosotros quienes definimos las condiciones, sino que aceptamos las del Evangelio para vivir conforme al Reino de los Cielos. Este pacto implica una nueva identidad en Cristo, como lo expresa el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:17: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Ya no somos conocidos por lo que fuimos, sino por quienes somos en Cristo.

El lavamiento de la regeneración
El término “lavamiento de la regeneración” en Tito 3:5 tiene raíces en el Antiguo Testamento, específicamente en los rituales de purificación por agua. En Levítico 22:6-7 leemos: “La persona que lo tocare será inmunda hasta la tarde, y no comerá de las cosas sagradas antes que haya lavado su carne con agua. Y cuando el sol se pusiere, será limpio.” Asimismo, en Números 31:23: “Todo lo que resiste el fuego, por fuego lo haréis pasar, y será limpio; pero en las aguas de purificación habrá de purificarse.” Estos rituales no eran simples baños, sino actos espirituales con agua consagrada, reservada exclusivamente para limpiar impurezas físicas y espirituales. En el contexto del nuevo nacimiento, este lavamiento representa la purificación del pecado y la liberación de ataduras espirituales.

El nuevo nacimiento en el Antiguo Testamento

Fundamento profético
El nuevo nacimiento no es una idea exclusiva del Nuevo Testamento, sino que está profetizado en el Antiguo Testamento. En Ezequiel 36:25-26 Dios promete: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias, y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne.” Este pasaje revela que el nuevo nacimiento implica una transformación profunda: purificación, renovación del corazón y recepción de un nuevo espíritu.

La condición humana y la necesidad de regeneración
La humanidad, desde la desobediencia de Adán y Eva, está contaminada por el pecado y pertenece al reino de las tinieblas (Romanos 3:23: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”; Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte”). Esta condición de impureza requiere un acto divino para restaurar al hombre a la presencia de Dios. Jesús, en su encuentro con Nicodemo, lo expresó claramente en Juan 3:3, 5: “Si no naces de nuevo, no puedes ver el reino de Dios” y “Si no naces de agua y del Espíritu, no puedes entrar en el reino de Dios.” El nuevo nacimiento, por tanto, es esencial para limpiar la condición pecaminosa y permitir el acceso al Reino.

El significado del agua en las Escrituras

Purificación y juicio
En las Escrituras, el agua tiene un doble significado: purificación y juicio. Representa la limpieza de las inmundicias espirituales, como se ve en Efesios 5:25-26: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.” Sin embargo, también simboliza el juicio divino sobre la maldad humana. En 1 Corintios 3:13 se dice: “La obra de cada uno será manifestada; porque el día la declarará, pues por el fuego será descubierta; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.” El fuego y el agua son medios de purificación y juicio, como afirmó Juan el Bautista al presentar a Jesús: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). El bautismo en fuego implica un juicio que purifica lo que el agua no puede eliminar.

Guerra espiritual y liberación

El derecho legal de Satanás
El nuevo nacimiento es un acto de guerra espiritual que cancela el derecho legal que Satanás adquirió sobre generaciones enteras debido al pecado. En Ezequiel 16:4-9, Dios describe a Jerusalén como una criatura abandonada, cubierta de sangre, pero Él la limpia y la restaura: “Te lavé con agua, y lavé tu sangre de encima de ti, y te ungí con aceite.” Este pasaje ilustra cómo Dios redime lo que está contaminado. Sin embargo, muchas personas, incluso dentro de la iglesia, enfrentan ataduras generacionales que persisten porque la maldad está “pegada a sus huesos” o corre por su torrente sanguíneo, como dice Isaías 4:4: “Cuando el Señor lavare las inmundicias de las hijas de Sión, y limpiare la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de ardor.”

Procesos de transformación
El nuevo nacimiento no se completa únicamente al aceptar a Jesús en un altar. Es un proceso que a menudo involucra crisis, enfermedades, caos o tribulaciones, diseñados por Dios para moler la “sustancia antigua” y formar una nueva criatura. Como dice Romanos 9:21: “¿No tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” Estos procesos, aunque dolorosos, son necesarios para romper los derechos legales del enemigo y liberar a la persona de la ceguera espiritual que Satanás impone (2 Corintios 4:4: “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”).

La experiencia de Pablo
El apóstol Pablo, antes Saulo, es un ejemplo claro. Hechos 9:1 describe cómo “respiraba amenazas y muerte” contra los cristianos, con la maldad arraigada en su ser. Sin embargo, su encuentro con Cristo y los procesos posteriores lo transformaron. En Romanos 7:24 clama: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”, reconociendo la lucha contra el pecado arraigado. Su nuevo nacimiento se completó a través de pruebas, como el “aguijón” que pidió quitar (2 Corintios 12:7-9), pero Dios le respondió: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”

Aplicación práctica

Aceptar los procesos de Dios
El nuevo nacimiento requiere que aceptemos los procesos por los que Dios nos hace pasar, sin resistirnos ni buscar atajos. Romanos 12:2 nos exhorta: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Huir de estos procesos es vivir una religiosidad superficial que no transforma. Muchos creyentes enfrentan ceguera espiritual o estancamiento porque evaden el juicio purificador de Dios.

El peligro de los derechos legales no cancelados
Satanás no reclama sus derechos legales al inicio o en la mitad de la vida espiritual, sino al final, cuando puede destruir todo lo construido (1 Corintios 9:27: “No sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”). Por eso, el nuevo nacimiento es esencial para cancelar estos derechos y garantizar que nuestra vida esté plenamente bajo la autoridad de Dios.

Gozo en la transformación
A pesar de las dificultades, debemos regocijarnos en los procesos del nuevo nacimiento, como nos anima 1 Tesalonicenses 5:16: “Estad siempre gozosos.” Cada crisis es una oportunidad para que Dios nos haga nuevos, cumpliendo la promesa de Juan 3:5: “Si no naces de agua y del Espíritu, no puedes entrar en el reino de Dios.”

Conclusión y bendición final

El nuevo nacimiento es el lavamiento de la regeneración, un acto divino que purifica, libera y transforma. No es solo aceptar a Cristo, sino permitir que Dios moldee nuestra vida a través de procesos que cancelan los derechos del enemigo y nos hacen nuevas criaturas. Agradezcamos al Señor por cada prueba, pues en ellas se cumple su propósito de hacernos entrar en su Reino. Padre, bendigo a cada hombre y mujer que recibe esta enseñanza. Que el conocimiento del nuevo nacimiento ilumine sus corazones y les dé fortaleza para abrazar tus procesos. En el nombre de Jesús, amén. Que la paz del Señor sea con ustedes.

La dirección para conectarte a la transmisión es la siguiente: https://youtube.com/live/GZJwfCzBqfE


Pastor Pedro Montoya


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