La revelación que el Todopoderoso entrega al hombre es con el propósito de que por ella sea capaz de establecer el Reino de los Cielos, el Reino de Dios, en la tierra en las regiones que él habita. La revelación no tiene el propósito de distinguir, exaltar, a quien la reciba por encima de otros.
El libro de Deuteronomio destaca que las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.[1]
En el Nuevo Testamento, en el relato del sermón del monte, cuando Jesús enseña a sus discípulos de cómo orar, Jesús establece el propósito del evangelio del reino: Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.[2] Toda la actividad desplegada por Jesús en su ministerio terrenal estuvo distinguida con ese propósito, constantemente en los relatos de los evangelios, leemos: Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.[3]
Sin embargo, no sucede lo mismo en nuestro tiempo. No en todas nuestras regiones se ha logrado establecer el reino de Dios, y esto debido a la incapacidad de nuestras iglesias de caminar según la revelación que en su Palabra Dios nos ha entregado, para establecer por ella el reino de los cielos.
Establecer el reino de los cielos no significa fundar nuevas iglesias, establecer el reino de los cielos es una tarea que incluye, depende, de la capacidad que la persona tenga de vivir, actuar y ejecutar en función de la revelación que ha recibido. Este hecho lo observamos claramente en el descubrimiento que se hace al apóstol Pedro, de que había sido el Padre quien le había revelado que Jesús es el Cristo. Fue su capacidad de implementarlo por medio de su confesión lo que le valió que a partir de ello le sería entregado las llaves del reino, y que todo lo que atare/desatare en la tierra sería atado/desatado en los cielos, esta implementación de la revelación hizo también factible que fuera edificado la iglesia, el reino de los cielos, y que las puertas del infierno no pudieran prevalecer ante su avance.
Al revisar las páginas de las historias bíblicas más impresionantes de los hombres y mujeres que confiaron y dependieron de Dios, nos damos cuenta que en todas ellas sus protagonistas actuaron bajo una revelación del Todopoderoso, y fue el establecimiento de tal revelación lo que hizo que impusieran la voluntad de Dios en la región donde actuaron. El reino de Dios se establece por intermedio de la revelación recibida.
Abraham, el padre de la fe, por ejemplo, su capacidad de establecer el temor de Dios en la tierra de su heredad consistió en su disposición de actuar conforme a la revelación de que uno de sus entrañas sería el que le heredaría.[4] No pasó mucho tiempo en que la gente notó que estaba estableciendo reino de Dios en esa tierra:
Y aconteció en aquel mismo tiempo que habló Abimelech, y Phicol, príncipe de su ejército, a Abraham diciendo: Dios es contigo en todo cuanto haces. Génesis 21:22
Óyenos, señor mío, eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestras sepulturas sepulta a tu muerto; ninguno de nosotros te impedirá su sepultura, para que entierres tu muerto. Génesis 23:6
Jacob, el iniciador del pueblo israelita, cuyas ejecutorias hicieron que el terror de Dios fuera sobre las ciudades que había en sus alrededores.[5] Moisés, Josué, que tomaron la tierra en heredad y derrotaron ejércitos poderosos; Gedeón, que hace renacer un tiempo de Gloria para la nación apostata; Esther, que demuestra que el pueblo de Dios prevalece aun por encima de las estrategias más sofisticadas de muerte tramadas en su contra; caso tras caso de gente que establece la presencia del Todopoderoso en su lugar de residencia en virtud de implantar la revelación que han recibido del Padre, y como el mismo texto sagrado apunta, ¿Y qué más digo? porque el tiempo me faltará contando de Gedeón, de Barac, de Samsón, de Jephté, de David, de Samuel, y de los profetas: Que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones, Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños.[6]
pastor Montoya
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[1] Deuteronomio 29:29
[2] Mateo 6:10
[3] Mateo 3:2; 4:17; 10:7; 11:12;
[4] Génesis 15:4
[5] Génesis 35:5
[6] Hebreos 11:32-34