Nadie puede conocer a Dios en un instituto bíblico, en un seminario, o en alguna facultad teológica.
La tendencia en aquellos que “quieren servir a Dios”, o han recibido un “llamado” ministerial, es inscribirse en alguna facultad teológica para adquirir las destrezas y el conocimiento necesario para predicar y ministrar adecuadamente, pero olvidan que el fundamento de un ministerio es conocer a Dios.
El antes y después del Pablo que perseguía a los discípulos del Señor, y el Pablo que posteriormente confundía a los judíos afirmando que Jesús es el Cristo, no es solo el resultado del encuentro con Jesús, es el resultado del hombre que después de hacer la pregunta, ¿Quién eres, Señor? Se interesó en conocer quien en realidad se le había aparecido en el camino a Damasco.
¿Quién es Dios? ¿Le conocemos? ¿Predicamos porque le conocemos, o sencillamente predicamos porque aprendimos a hacer referencia de Él?